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Columna
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La melodía de los inversores

Durante la crisis financiera, los Gobiernos parecían los verdaderos amos del Universo -rescatando bancos y economías, y prometiendo hacer humildes a los financieros-. Pero como dejó claro la caída del euro y la reunión de los ministros de Finanzas del G-20 la semana pasada, una vez más, los inversores interpretan la melodía.

El mundo financiero era servil mientras su experiencia cercana a la muerte era aún un recuerdo reciente -y quizás mientras los bancos centrales incrementaban los estímulos monetarios-. Los mercados han crecido a pesar de muchos riesgos: grandes déficits, fracturas en la eurozona, deudas de cobro dudoso masivas en España y Hungría (por nombrar simplemente un par de economías con problemas) y una recuperación algo tibia.

Pero la tendencia se ha invertido. El índice bursátil mundial MSCI ha bajado un 15% desde mediados de abril, y el euro un 13% frente al dólar.

Los Gobiernos podrían simplemente querer que los inversores les hagan el juego. Eso no es posible, no con grandes déficits que financiar, contribuyentes inquietos y promesas de evitar una inflación alta y defaults. La recesión puede haber dañado la credibilidad de la ideología de libre mercado, pero los financieros han hecho suyo el podio de la dirección una vez más.

¿Qué quieren los nuevos maestros? Están de acuerdo sobre la necesidad de obtener grandes beneficios y más respeto. Los diferenciales se han incrementado en todas aquella deudas con problemas. Se ha dejado de lado un impuesto global a los bancos. Las entidades financieras también parecen haber adquirido suficiente fuerza política para evitar más ataques populistas sobre sus prácticas de negocio y sus escalas de salarios.

Pero cuando se trata de política fiscal, los financieros parecen casi bipolares. Hasta hace un mes, eran keynesianistas, preocupándose por la posibilidad de un empeoramiento de las deudas de cobro dudoso sin un apoyo al crecimiento del PIB con fuertes déficits. Entonces, de repente se volvieron ortodoxos, pidiendo planes de austeridad y poniendo en duda la durabilidad de los no convencionales arreglos fiscales en la eurozona.

El último comunicado del G-20, destacando la "importancia de la sostenibilidad de las finanzas públicas", muestra que los Gobiernos se han dado prisa para mantener el ritmo. Pero deberían hacer más para que los mercados entonen un cántico más feliz.

Edward Hadas

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