El problema de la deuda pública
La tendencia observada en los últimos años en la deuda pública de los países desarrollados es insostenible. Tan sencillo. Y tan dramático. Naturalmente, quizás estoy generalizando un poco. No todos los países (desarrollados) están en una situación dramática en estos momentos. No todos lo estarán en el futuro. Pero, tanto los que están mejor como los que están peor deben tomar medidas para reconducir la situación. Y esto no es fácil cuando hablamos de un escenario de crecimiento titubeante y menor crecimiento potencial. La reducción del déficit se convierte en una tarea dolorosa desde el punto de vista social y político. Tanto, que puede ser uno de los primeros puntos de fricción a nivel internacional. ¿Elegir entre déficit y crecimiento?, ¿qué es prioritario? Ya ven como en el último G-20 hubo posturas diferentes entre Europa y Estados Unidos. Probablemente, también del resto de los países. Al final, la situación concreta de cada zona es determinante. Y en estos momentos en Europa los mercados, la propia credibilidad y supervivencia del Euro, exigen medidas restrictivas contundentes. En este proceso estamos.
Nunca había ocurrido que los países industrializados tuvieran un nivel de deuda pública en conjunto por encima del 100% de su PIB, como puede ocurrir este año. Nunca que la situación a medio plazo fuera tan inquietante: bajo un escenario de crecimiento económico "creíble", el deterioro fiscal actual más la factura futura de las pensiones exigiría mantener un superávit primario entre el 5/10% del PIB en los próximos diez años para congelar el nivel actual de deuda pública. Una cifra escalofriante, ¿verdad?; la estimación es del Banco Internacional de Pagos.
Pero, ¿no son previsiones exageradas? Veamos. Tras la Segunda Guerra Mundial fue común que algunos países desarrollados mantuvieran niveles de deuda pública por encima del 100% del PIB. Japón, por otro lado, ha estado viviendo en los últimos años con un nivel de deuda pública por encima del 150%. Sin embargo, en primer caso el fuerte crecimiento económico matizó el esfuerzo de los gobiernos. Por lo que respecta a Japón, no sólo sus activos netos son también enormes como que la elevada tasa de ahorro interno supone una menor presión para financiar la deuda por las autoridades. Por el contrario, en la actual situación se dan cuatro factores diferenciales: 1. Un menor crecimiento económico potencial; 2. Los bajos, casi nulos, tipos de interés actuales; 3. La iliquidez de los mercados financieros internacionales y 4. Riesgos adicionales, pero muy reales, que van desde la propia debilidad de la banca internacional como la factura a medio y largo plazo de las pensiones. Dados los niveles actuales de deuda pública, ¿habría margen adicional para actuar en caso un nuevo shock económico negativo? Piensen en ello.
Los mercados viven de expectativas; las expectativas se apoyan en la confianza; la confianza sobre la deuda pública comienza a deteriorarse a nivel mundial.
La factura financiera en las emisiones de deuda pública comienza a convertirse en un problema grave para muchos países, especialmente aquellos donde la combinación de elevado déficit público y bajo crecimiento se presenta con una elevada apelación al ahorro exterior. Mayores pagos por intereses, mayor ajuste obligado en las finanzas públicas y mayor deterioro en el crecimiento; éste es el círculo vicioso en que se encuentran inmersos muchos países. Muchos Gobiernos.
¿Y los bancos centrales? Es sólo cuestión de tiempo que aumente la tensión en la gestión de la política monetaria. Muchos estudios ya hablan de la monetización de la deuda o la inflación como potenciales salidas para la situación de deterioro de las finanzas públicas. Aunque la credibilidad de los bancos centrales ha salido reforzada hasta el momento, probablemente tienen más que perder que ganar si el deterioro de las finanzas públicas no es frenado mediante medidas de choque. Incluso en este caso probablemente tendrán que adoptar medidas expansivas que generarán un intenso debate dentro y fuera de las instituciones sobre el riesgo de inflación a medio y largo plazo que pueden conllevar estas medidas. Con todo, me temo que hay pocas alternativas para no tomar estas medidas expansivas.
No se confundan: la asistencia a la banca hasta el momento ha supuesto algo más que un 13% del PIB; pero más del 20% del deterioro de las finanzas públicas ha podido ser la factura tanto por las medidas discrecionales para luchar contra la crisis económica como por el propio deterioro económico (estabilizadores automáticos). Como decía al principio, muchos de los ingresos perdidos no se van a recuperar; los niveles de gasto seguirán siendo elevados por el persistente desempleo. Pain; dicen muchos analistas para referirse al esfuerzo fiscal, en términos de recorte de gastos, que supondrá el necesario ajuste de las finanzas públicas; "deflación" es la conclusión a la que llegaba el Director Gerente del FMI al referirse a la consolidación fiscal en que se haya inmersa Grecia en estos momentos. ¿Y las reformas estructurales? No suponen la panacea a corto plazo, pero sin duda permitirán elevar el crecimiento potencial a medio y largo plazo. Al final, mitigar el dolor del esfuerzo fiscal.
Jose Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España