Una oferta agridulce
El dulce sabor del éxito de Lazard se ha vuelto un poco amargo. El banco de inversión compartió sus honorarios en más de 50 millones de dólares por asesorar a Kraft Foods en su toma de control de Cadbury. Pero el organismo de control de fusión de Reino Unido ha llegado a la conclusión ahora de que algunos de los consejos se quedaron cortos. El problema ronda la planta de Cadbury al oeste de Inglaterra. Kraft dijo durante el proceso que podría mantener abierto el complejo de Bristol tras la fusión. Pero casi tan pronto como se concluyó el acuerdo, Kraft decidió que tendría que cerrar después de todo. Los políticos y el público británico hicieron cola para intentarlo con la empresa de alimentos de Estados Unidos.
El regulador de fusiones y adquisiciones no dictaminó si Lazard o Kraft habían actuado de manera deshonesta. Parece que Kraft no estaba al tanto de cómo estaban de avanzadas las transferencias de operaciones a Polonia de Cadbury, que hacía imposible mantener abierta la planta de Somerdale en términos económicos.
El resultado no ha sido tan malo como podría haberlo sido para Lazard. La comisión toma nota de que Kraft es más culpable que su asesor, y que las deficiencias de Lazard no llegan al nivel de exigir la severa reprimenda de crítica pública. Por otro lado, si los organismos de control hubieran querido mantener su decepción tras las puertas cerradas, podrían haberlo hecho.
Con todo, la reputación de Lazard como empresa de alto nivel de asesoramiento ha recibido un duro revés. Una crítica a la que la empresa necesitará enfrentarse seguramente por algún tiempo con sus clientes.
George Hay