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Crónica de Manhattan

Sardinas o CDO sintéticos

En abril se cerró la última fábrica de enlatado de sardinas en EE UU. Ahora, las conservas de este pescado llegan a los supermercados desde Marruecos, Portugal y España. Sus 128 empleados se han quedado sin trabajo.

Los dueños de la fábrica Bumble Bee Foods dijeron que cerraban por las restricciones a la pesca de sardinas, pero en su decisión también ha pesado que esta conserva ha ido perdiendo mercado mientras la competencia internacional se ha ido fortaleciendo y plantado cara a esta industria americana.

Es algo que ha pasado antes. De hecho, el destino de esta fábrica parece que estaba sellado por una tendencia económica imparable que se percibe mejor con una cierta perspectiva temporal.

En 1950, fecha en la que la industria conservera llegaba a su pico de producción, el sector de la agricultura, el forestal, la pesca y la caza eran responsables del 6,8% del PIB del país (el 8,2% tres años antes, que es cuando empieza el registro estadístico). El de las manufacturas se encargaba del 27,6% del PIB y el financiero y asegurador, del 2,7%. Uniendo este último al inmobiliario (como hacen las estadísticas oficiales), el 11,4%.

Hoy todo ha cambiado. Según los últimos datos del Gobierno, la agricultura, pesca y actividades forestales apenas aportan el 1,1% a la economía, mientras que la manufactura rebaja su porcentaje hasta el 11,5% y los más débiles son ahora historia en el sector. El área financiera, sin embargo, es ya responsable del 7,5% (llegó al 8,1% en 2006), y del 20% si se añade el inmobiliario.

Los que critican la "financialización" de la economía y lamentan que la industria esté a la baja y que "ya no se hacen cosas", tienen doble munición una vez que empieza a ser de dominio público qué son, en realidad, las innovaciones financieras que están detrás de la crisis. Una de ellas, los CDO sintéticos, tienen cada vez peor prensa. Estos productos están hechos de títulos que no aseguran ninguna exposición a nada, sino que simplemente son apuestas entre dos partes, una que apuesta "a largo" sobre un riesgo concreto y otra que apuesta "a corto".

No hay ningún impacto positivo para la producción porque no financian nada o aseguran nada. Eso sí, uno de los apostantes puede ganar mucho dinero sin moverse de una silla. Más que quien apostó por el caballo ganador del derbi de Kentucky. Porque es eso, un juego, una apuesta.

De ello se habló mucho el lunes en la sesión de examen a Goldman Sachs en el Senado, y la comparación de Wall Street y Las Vegas fue fácil al llegarse a este punto.

Goldman tiene en marcha una campaña de publicidad en la que presenta la imagen de una entidad que "ahora más que nunca tiene el papel de hacer posibles las oportunidades". Al lado de este eslogan hay una foto de unos obreros trabajando sobre unas placas solares.

Conocido el papel de Wall Street a la hora de inflar la burbuja, conocidos los CDO sintéticos y comprobando que el crédito sigue sin fluir como antes, la imagen de la gran banca está bajo nuevos mínimos. Por eso, ahora, Goldman y el resto de Wall Street tienen que explicar que su modelo de negocio, con tanto peso en la economía, tiene una traslación productiva. Máxime cuando ya no existe la alternativa de ganarse la vida con las sardinas.

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