España y el 'efecto mariposa'
El efecto contagio de los problemas de la economía helena ya se ha hecho notar y las tormentas desatadas en el Mar Egeo avanzan decididas hacia el Mediterráneo. Las primeras, ya han llegado. La agencia de calificación S&P, que mantenía una calificación AA+ con perspectiva negativa, bajó ayer el rating del Reino de España hasta AA, reiterando las perspectiva negativa, fundamentada en el bajo ritmo de crecimiento económico en los próximos cinco años.
Tanto para Moody's como para Fitch, las otras dos agencias de rating americanas, España sigue manteniendo la máxima calidad crediticia, AAA, al igual que Francia o Reino Unido. Pero tras el paso dado por S&P, el potencial de caída de la deuda española es elevado y puede provocar que los tiburones financieros se abalancen sobre ella, como ya han hecho con Grecia y están comenzando a hacer con Portugal.
Para algunos, un país que actualmente ostenta casi un 10% de déficit público, y tiene unas estimaciones de llegar al 74.3% de deuda pública en 2012, alberga muchas dudas en cuanto a solvencia se refiere. Si además añadimos un desempleo superior al 20%, son muchos más los que llegan a ese diagnóstico.
Las consecuencias que tiene para la renta fija española un descenso en la calificación crediticia son evidentes. La rentabilidad de los bonos del Tesoro a diez años ha superado recientemente a la rentabilidad de los bonos italianos o británicos, situándose en un 5,06%, y llegando al diferencial máximo con la deuda alemana desde que existe el euro, en 120 puntos básicos. Ante una nueva reducción de la calificación crediticia, ese spread con Alemania podría aumentar drásticamente, provocando que a España le resultase mucho más problemático conseguir financiación, teniendo que pagar más por ella. España tenía al finalizar el pasado año un saldo de deuda de 461.996 millones de euros. Un aumento de unos cuantos puntos básicos sobre esta cantidad suponen varios miles de millones de euros adicionales. Pero eso no es todo.
Para la renta variable, el panorama no pinta mejor. En lo que va de 2010, el Ibex 35 se ha dejado más de un 15%. Si lo comparamos con otros índices europeos, sobre los que no se han cernido temores hacia sus deudas soberanas, el Dax de Fráncfort se ha revalorizado algo más del 2%, y la renta variable americana, medida en el S&P500, ha subido más de un 6%.
Los inversores han tendido a castigar a los valores más endeudados, como las constructoras, y a los mayores poseedores de bonos españoles, como el sector financiero. La banca española tiene en su haber cerca de 150.000 millones de euros, cerca de una cuarta parte del total. Eso explica, en gran medida, la caída en la cotización de Santander del 10% el pasado 4 de febrero, cuando comenzó a desatarse el miedo y la aversión a la deuda periférica europea. Grandes poseedores institucionales, como Credit Suisse y BNP Paribas, deshicieron parte de sus paquetes accionariales.
Los departamentos de control de riesgos de los grandes fondos de inversión manejan baremos muy estrictos de exposición al riesgo en función de la calificación crediticia. De tal manera que, ante una bajada de rating, las órdenes de venta por parte de estas instituciones pueden ser masivas, junto con las posiciones cortas que pueden abrir distintos hedge funds sobre estas acciones.
Por otro lado, y teniendo en cuenta las dificultades para obtener financiación, muchas empresas habían acudido durante los últimos meses a la a las emisiones de deuda corporativa.
Intuitivamente, el impago de un Estado ha sido siempre mucho más complicado de darse que el de una empresa privada, pues el Estado siempre puede emitir moneda para pagar su deuda y así evitar entrar técnicamente en quiebra. El único problema derivado de este aumento de la masa monetaria sería una devaluación de la moneda y la inflación generada, lo cual, para muchos inversores supondría unas pérdidas que serían prácticamente lo mismo que una quiebra.
Sin embargo, esa situación ha cambiado. Ahora mismo, los mercados, a través de los credit default swaps (CDS), están otorgando más posibilidades de impago al Estado español que a las grandes empresas privadas. El CDS sobre bonos españoles ronda en estos momentos los 188 puntos, frente a los 168 de los CDS sobre Banco Santander. Ante esta situación, los inversores con mayor aversión al riesgo limitarán sus demandas de bonos del Estado en favor de bonos corporativos.
Todo esto, por un pequeño cambio en una simple secuencia de letras. Una nueva aplicación del efecto mariposa. Tal vez, la aplicación más cara de la historia.
Daniel Pingarrón Salazar. Analista de IG Markets