Las rimas de Lehman
Decía Mark Twain que la historia no se repite "pero suele rimar". El siempre acertado escritor no podría haber imaginar que en el comienzo del siglo XXI la rima fuera tan precisa y tan repetida.
A finales de 2001, una de las empresas de mayor éxito de EE UU, Enron, se vino abajo en un abrir y cerrar de ojos revelando en su caída cómo su estelar evolución era producto de una contabilidad muy creativa que terminó sepultándola. Quienes hicieron sonar las señales de alarma se vieron ignorados primero y vindicados en sus temores después cuando además de Enron, su auditor, Arthur Andersen, desaparecieron en la crisis.
No había pasado una década de este traumático episodio cuando en otra firma americana un hombre que llevaba 14 años en ella empezó a dudar de las prácticas contables de su compañía. Se trataba de Matthew Lee, quien en mayo de 2008 envió una carta a los gestores de Lehman en la que les confesaba sus preocupaciones por ciertos controles y valoraciones de activos.
Un mes más tarde, Lehman pidió a su auditor, Ernst & Young, que investigara las dudas de Lee. La firma auditora no encontró problemas y en junio, Lee fue uno de los empleados afectados por una reestructuración de personal. El 15 de septiembre de 2008, Lehman entró en los tribunales para tramitar la mayor quiebra de la historia y solo ahora acaba de presentar un plan para crear una nueva entidad, Lamco, con la que supervisará y ejecutará la venta de activos para responder a los acreedores.
Un investigador que trabaja para el tribunal ante el que se sustancia este procedimiento, Anton Valukas, ha probado en un reciente informe que Lehman, usó, como sospechaba Lee, una contabilidad muy creativa para enmascarar su elevado nivel de apalancamiento y que llegó a ocultar temporalmente unos 50.000 millones de dólares que podrían haber afeado sus cuentas del segundo trimestre de 2008.
La operación, conocida como Repo 105, era un préstamo o un acuerdo de compra de activos altamente líquidos a otra firma a cambio de un capital que se usaba para rebajar deuda, pero no una venta como se contabilizaba porque una vez presentados los resultados se volvían a recomprar esos activos y los niveles de apalancamiento volvían a sus altas magnitudes.
Valukas cree que la auditora no investigó correctamente las sospechas de Lee.
A pesar de...
La catástrofe de Lehman llegó apenas seis años después de que Washington aprobara la ley Sarbanes-Oxley, nacida como reacción a los problemas presentados por Enron y con la que endurecieron los controles contables y el gobierno corporativo de las empresas cotizadas. En su momento, la ley fue muy contestada por las empresas por su dureza.
Curiosamente, a pesar de la Sarbanes-Oxley, Lehman pudo dar una imagen distinta de sus libros cuando le convenía y lo hizo a plena luz del día puesto que estuvieron bendecidos por la auditora, la prestigiosa firma de abogados Linklaters de Londres, y ocurrieron mientras que las autoridades de la SEC y la Fed vigilaban desde dentro las cuentas del banco (y del resto de los de Wall Street). Tras la caída de Bear Stearns, los supervisores estuvieron intentando buscar indicios del mismo fuego que arrasó este banco pero no lograron ver el humo del Repo 105. Según el informe de Valukas, uno de los encargados de la SEC en esta labor de supervisión aseguró que los niveles de operaciones Repo 105 no eran señal de que estaba pasando algo.
EE UU intenta ahora avanzar en una reforma de la regulación financiera que se está resistiendo por diferencias políticas. La cuestión es que no sólo se va a necesitar una actualización de la regulación, también será preciso que quienes tienen que poner la lupa lo hagan con determinación. Pasajes como el de Bernard Madoff, que las autoridades ni olieron, o Lehman tras el escenario post-Enron indican que es necesario mayor celo para evitar otro poema.