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Columna
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Marea negra

Primero Exxon, después Shell y ahora BP: las mayores petroleras se están haciendo con más recursos. A la apuesta de 31.000 millones de dólares en la compañía estadounidense en diciembre, le siguió la oferta de 3.400 millones de dólares de Shell para unirse a la Australiana Arroz Energy. Ahora, BP está pagando 7.000 millones en efectivo por un conjunto de activos en Brasil, el Golfo de México y Azerbaiyán.

La decisión del grupo británico tiene sentido estratégico. Refuerza su posición en las profundas aguas del Golfo de México (EE UU), donde es el mayor operador. Una joint venture para desarrollar las arenas petrolíferas de Kirby en Canadá debería contribuir a que arranque ese proyecto.

Más importante es el hecho de que BP obtiene un punto de apoyo en Brasil, la principal laguna en su extensa cartera. El acuerdo le da diez bloques de exploración, siete frente a la costa de Río de Janeiro. Esa zona no es tan prometedora como la cuenca de Santos, donde han apostado Petrobrás, la británica BG y Repsol, pero introduce a BP en la región.

La británica inicialmente anotaba entre 20.000 y 40.000 barriles por día de los activos de Devon. Pero el acuerdo es principalmente sobre el crecimiento potencial. BP podría beneficiarse de una producción de alto margen a partir de 2015. Valorar ese potencial es difícil. El precio parece situarse más en el máximo de entre los 4.500 millones de dólares y los 7.500 que Devon quiere por los activos. BP paga 8,75 dólares por barril por las posibles reservas, o el 24% por encima de los 7,05 de lo que usualmente le cuesta a la compañía encontrar y desarrollar nuevos campos. Aunque añadir 500 millones de barriles de reservas podría reducir los precios a 4,50 dólares el barril, algo más razonable.

La medida pone también de relieve las dificultades para que las petroleras sigan creciendo. Los países productores se quedan, cada vez más, con una mayor porción de su petróleo. Aparte de África occidental, y las Islas Malvinas, hay pocas fronteras para explorar, y las compañías compiten ferozmente por los recursos. En el largo plazo, la consolidación de la industria parece inevitable.

Fiona Maharg-Bravo

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