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Columna
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Un látigo en el 'caso Ashcroft'

El caso lord Ashcroft está haciendo que los tories parezcan sospechosos. David Cameron, que espera ser el próximo primer ministro de Reino Unido, está esquivando las preguntas sobre cuándo supo que el multimillonario vicepresidente de su partido aparentemente incumplió el acuerdo de pagar los impuestos correspondientes en Reino Unido.

El problema no es que Ashcroft sea un residente no domiciliado. Se trata de personas que viven en Reino Unido pero su hogar definitivo está en otra parte. Este régimen fiscal les permite pagar impuestos sobre sus ingresos en Reino Unido, en lugar de los obtenidos en el mundo. Lo importante en Ashcroft es que dio garantías de que llegaría a ser residente permanente cuando se le hizo par a instancias del entonces líder de los conservadores hace 10 años. Al parecer incumplió el compromiso, persuadiendo al Gobierno de que en su lugar podría ser considerado un residente duradero. Esto ha permitido a Ashcroft ser un residente no domiciliado, ahorrándose 120 millones en impuestos desde 2000, según el Partido Liberal Demócrata.

El Gobierno se enfrenta a un fuerte déficit -Cameron ha dicho que es el principal problema económico- y necesita todos los ingresos fiscales.

Un líder fuerte debería haber pedido la dimisión de Ashcroft, incluso si eso significaba perder donaciones millonarias. Ashcroft sigue en su puesto y Cameron dice que no revelará cuándo conoció su régimen fiscal, porque es una cuestión de "método". Debería saber que un mal método a menudo lleva a mal Gobierno.

Por Hugo Dixon

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