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Debate abierto. Ataques a la deuda soberana
Tribuna
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Grecia y España

La crisis financiera griega evidencia desajustes estructurales en su economía, unidos a un problema de gobernanza. Los datos expresan el deterioro del saldo exterior corriente (la otra cara de la insuficiencia del ahorro nacional para financiar la formación de capital), con el consiguiente endeudamiento de la economía; que refleja, por un lado, el inadecuado patrón de gasto o la bajísima tasa de ahorro, y, por otro lado, un problema de competitividad. Detrás de los problemas financieros se encuentran casi siempre problemas de la economía real.

Estos desajustes también se descubren en las finanzas públicas griegas, en forma de un altísimo endeudamiento público (en 2009, en torno al 115% del PIB), un ahorro público negativo (-9% del PIB) y un exagerado déficit público (13% del PIB). La alta deuda pública acumulada, fruto de crónicos déficits públicos, y a pesar de los bajos tipos de interés de los últimos años, implica un elevado pago anual de intereses, que en 2009 supuso en torno al 5% del PIB. Lo cual apunta al temido círculo vicioso que atrapa a las finanzas públicas cuando su endeudamiento es tan elevado.

En ese contexto, entra en juego la restricción financiera, en forma de alta prima de riesgo exigida a las nuevas emisiones de deuda y creciente dificultad de colocación, así como la venta de deuda pública griega en los mercados secundarios, que reducen su cotización para elevar su rentabilidad y compensar el mayor riesgo de impago.

Como se ha repetido en los últimos días, España no es Grecia (su déficit comercial, insuficiencia de ahorro nacional y necesidad de financiación de la nación no son tan altos) y, aunque tiene un grave desajuste laboral, las finanzas públicas españolas todavía no se encuentran en la situación griega. A finales de 2009 la deuda acumulada era del 55% del PIB (inferior al umbral del 60% exigido por Maastricht y muy inferior al endeudamiento medio de la Eurozona, el 78% del PIB).

Y, aunque el déficit es casi tan alto como el griego, la carga de intereses de la deuda pública es relativamente baja (en torno a un 2% del PIB). Estos datos avalan la tesis, suscrita por los principales organismos internacionales, de que hoy por hoy las finanzas públicas españolas son solventes. Y el posible efecto contagio del caso griego parece disuelto, una vez expresada la intención de la Eurozona de apoyar la deuda pública de los Estados en apuros a cambio de duros programas de ajuste.

Sin embargo, la sostenibilidad a medio plazo de las finanzas públicas españolas subsiste, dada la grave situación del mercado laboral. Con una tasa de paro en torno a un 19% (sin que todavía haya alcanzado su techo), su presión sobre las finanzas públicas es muy fuerte, tanto por el lado de la recaudación fiscal como por el de las prestaciones. Y ello compromete su solvencia futura. Al final, la repercusión neta de la crisis financiera griega podría ser positiva para España si los agentes públicos y privados interiorizan algo olvidado los últimos años, que la financiación tiene límites y que la restricción financiera impone exigencias, tanto más duras cuanto mayor es el endeudamiento.

De manera que España necesita afrontar las causas que están detrás de su crisis laboral. Necesita mejorar el entorno económico y financiero que condiciona su patrón de crecimiento, acometiendo medidas de ajuste e importantes reformas estructurales, no sólo en el mercado laboral; reformas que cambien el patrón de gasto, orientándolo más hacia el gasto productivo y que transformen el modelo productivo, haciéndolo más competitivo, dinámico e innovador.

Y el éxito de las reformas requiere que Gobierno y oposición no sólo pacten, sino que hagan pedagogía ante la sociedad española de la necesidad de reajustes y reformas que implican sacrificios. Sólo entonces, y a medio plazo, la economía española irá reduciendo sus desajustes laboral y de las finanzas públicas, alejándose del caso griego. Si ello es así, España habrá seguido el consejo del viejo refrán "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, …" .

José Ramón de Espínola. Director del Departamento de Economía de la Universidad Pontificia Comillas

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