¿65 + n?
Los españoles han mostrado su preocupación ante la propuesta-globo sonda del Gobierno de aumentar hasta los 67 años la edad de la jubilación. Los sindicatos, como no podía ser de otra manera, se opusieron cuando la medida se planteó y mantienen contra esta propuesta un calendario de protestas de baja intensidad que se mantendrá a lo largo del periodo de discusión entre el Gobierno, los sindicatos, los empresarios y los partidos políticos.
Pero en el debate actual de las pensiones y de la edad de la jubilación, ¿que aporta la demografía? Esta ciencia social que tiene como objeto de estudio "el análisis de la población en cuanto a que conjunto renovable" ha constatado algunos hechos que importa traer a primer plano. El hecho inicial y fundamental es que la esperanza de vida de los españoles ha evolucionado muy positivamente en las últimas décadas: un español nacido en 1900 soportaba una esperanza de vida de tan sólo 33,8 años si era varón y de 35,7 si era mujer; para los nacidos en 1950 las cifras se elevaron a 58,9 y 64,3 años respectivamente, y para la generación de nacidos en 1980 aumentaron hasta los 72,5 y 78,6 años. El niño que nace hoy en España goza de una expectativa de vida de 78 años si nace varón y de 83,5 años si nace mujer.
Ítem más: a tenor de la última proyección del Instituto Nacional de Estadística, la evolución prevista de la esperanza de vida a los 65 años (que es de 19,9 años actualmente) será de 21,4 en 2020 y de 22,4 en 2040. Para 2049 el porcentaje de personas de más de 65 años (actualmente de 18%) será de 32% y la razón de dependencia de los jubilados respecto a la población potencialmente activa (16-64 años), actualmente de 47,8% será de 89,6% en 2040. Estos cambios han sido la consecuencia de una larga revolución demográfica, acelerada en las últimas décadas, tan silenciosa como efectiva.
¿Y qué nos dice la realidad sociolaboral? Pues que la edad real de jubilación está bastante por debajo de los 65 años. En la Europa de los 27 está en los 61,4 años y en la zona del euro en los 61,1, si bien presenta notables diferencias entre países. Por debajo de España (nuestra edad de jubilación es 62,6 años) están Francia (59,3), la República Checa (60,6), Italia (60,8), Austria (60,9), Grecia (61,4), Finlandia (61,6) y Dinamarca y Alemania (61,7). Por el contrario, con valores superiores a los de la edad real de jubilación en España está Portugal (62,7), Reino Unido (63,1), Holanda (63,2), Suecia (63,8) e Irlanda (64,1), siendo en casi todos los países citados los 65 años la edad legal de jubilación (excepto Francia y Holanda que presenta una horquilla de 60-65 y Suecia 61-67).
Ante esta nueva realidad demográfica insoslayable los economistas nos recuerdan (véase estudio de Analistas Financieros Internacionales del que se hace eco El País del 21 febrero de 2010) que retrasar la edad de la jubilación ahorra más al Estado que ampliar el cómputo y demuestran que prolongar hasta 25 años el periodo de cálculo de las pensiones afectaría sobre todo a las rentas más bajas, pudiéndose ver más beneficiados las rentas más altas.
Y es que si la demografía y la economía importan, la sociología, una nueva voz en el coro de quienes estudian el tema de las pensiones, también importa, e importa aún más. El primer dato que importa resaltar -y no es precisamente menor en relación al tema de la jubilación- es que el diferencial de esperanza de vida es en España entre el estrato social más alto (décima decila) y el más bajo (primera decila), según apunta Vicenç Navarro, de 10 años. El segundo dato es que aunque España es una país de clases medias, pueden distinguirse tres tipos de rentas: las altas, las medias y las bajas, y el tema de las jubilaciones y su futuro no afecta de igual manera a unos y otros grupos. Así, las clases altas pueden permitirse planes de pensiones privados, las clases medias con dificultades y para las más modestas, para las clases bajas, sencillamente no es posible.
Así pues, en el debate de las pensiones se deben escuchar, al menos, siete voces: de una parte, la del Gobierno, la de los partidos políticos, la de los sindicatos y la de los empresarios y otra parte la de los demógrafos, la de los economistas y la de los sociólogos.
Hoy estas voces están demostrando no sólo su escaso interés para formar coro sino, lo que es más preocupante, su incapacidad para ponerse de acuerdo con la partitura a seguir.
Pedro Reques Velasco. Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria