Hacia el New Deal del siglo XXI
Los episodios de desconfianza respecto a la deuda soberana -hoy toca la griega, pero mañana puede ser cualquier país desarrollado- son el primer paso del mundo poscrisis. Pero la factura asumida por el sector público es sólo una de las consecuencias de la crisis económica y financiera, y ni mucho menos la última. Una cuestión que viene al caso en la medida en que asumir que, frenada la caída libre de los indicadores económicos y reconstituidas las arcas públicas, podemos volver a los felices 90. Y no hay nada más lejos de la realidad.
La economía basada en la expansión del crédito no volverá; y si vuelve, será para construir las bases de una nueva crisis financiera. Es la línea argumental defendida por Martin Wolf, de Financial Times, respecto al mundo poscrisis; las fuerzas del mercado pueden conducir a una depresión si el crédito sigue seco y los actores económicos siguen ahorrando para revertir el apalancamiento acumulado durante años. Pero, por otro lado, una expansión basada en el crédito cuando el sector financiero está todavía dañado y descapitalizado por la crisis actual sería poco sostenible.
Los datos del Eurosistema de enero muestran a las claras la parálisis del crédito, con un descenso del crédito de 46.000 millones sobre diciembre y una caída de 6.000 millones en el agregado M3.
Dicen los estudiosos de la historia militar que los generales siempre corrigen en una guerra los errores cometidos en la anterior. Con los economistas pasa lo mismo; cada crisis es diferente de la anterior y las recetas dejan de ser válidas. Es, pues, un esfuerzo vano considerar la solidez de las arcas públicas como última frontera de la crisis cuando es simplemente un síntoma más de ésta. El mundo económico post-Lehman será distinto, y la participación del Estado en el rescate financiero no es un paréntesis, sino probablemente el inicio de un recorrido de largo alcance.