La hora de la poda para Sócrates
Portugal ha sorprendido con un déficit fiscal, aunque no al nivel de Grecia. El país tiene también menos probabilidades de estallar, pero como Grecia, se encuentra en un camino insostenible. A diferencia de Grecia, Irlanda, o España, Portugal no disfrutó de la fiesta del crecimiento durante los años de abundancia de la zona euro (del dinero fácil). Es la hora de un replanteamiento económico valiente.
El shock más reciente, anunciado el miércoles, suena tristemente familiar. Otro déficit fiscal en la euro zona que se ha hecho demasiado grande. El Gobierno elevó su estimación de 2009 a un 9,3% del PIB, desde una expectativa previa de un 8%. Lejos del repentino cuádruple de Grecia.
El déficit de Portugal tampoco tiene las proporciones de la deuda de Grecia. El estallido fiscal no es inminente. Pero el déficit y la deuda del Gobierno portugués se incrementan -la deuda al 85% del PIB en 2010 probablemente sea superior al PIB en 2012-. Esto supone una pesada carga para una economía que no ha ido bien en años.
Los déficits y las deudas crecientes son sólo una parte del infeliz camino de Portugal. El PIB per cápita real en 2007 era más bajo que en 2000. En el mismo periodo, los estándares de vida en España habían subido un 8%, un 10% en Grecia, y un 13% en Irlanda.
El crecimiento ha sido, sencillamente, demasiado bajo para mejorar las condiciones de los portugueses. El país no es competitivo. El déficit por cuenta corriente, el indicador de comercio más amplio, es alrededor del 10% del PIB. Una décima parte de la población activa está sin empleo. Y las colas del paro alargan las dosis de austeridad.
El desafío para el país es hacer útil este asalto de moderación para el crecimiento futuro. Reducir el atrofiado Estado portugués y la excesiva burocracia, así como limitar la ley del trabajo son prioridades. José Sócrates, el primer ministro, fue reelegido el año pasado con una votación que le hizo perder la agenda de reformas. Ahora debería utilizar los bolsillos vacíos y las pilas de deudas del Gobierno como palanca para el cambio.
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Ian Campbell