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A fondo

Repsol: una batalla de oscura solución

Imagen de la sede de la compañía
Imagen de la sede de la compañíaPABLO MONGE

La batalla por el poder de Repsol que libra su primer accionista, Sacyr, con un 20%, al que sigue en segundo lugar La Caixa, con un 12,7%, va más allá del relevo del presidente de la petrolera, Antonio Brufau. La crisis económica que ha afectado a la constructora (propietaria también de la inmobiliaria Vallehermoso); a sus bancos acreedores (a los que adeuda prácticamente la totalidad del préstamo que recibió, superior a 5.000 millones de euros) y a la propia Repsol (que ha rebajado el dividendo a cuenta un 19% a la vista de la previsible caída de sus beneficios anuales en más del 30%) ha conducido a un conflicto de consecuencias impredecibles para la petrolera española.

Desde su desembarco en 2006, Sacyr ha conseguido tres puestos en el consejo (entre ellos, la vicepresidencia, que ocupa su máximo ejecutivo, Luis del Rivero), pero carece de poderes ejecutivos, que siguen en manos de La Caixa.

La inminencia de una crisis económica, que ya había hecho mella en sus finanzas, llevaron a Sacyr a intentar la venta de sus acciones en el segundo semestre de 2008. La llamada operación Lukoil puso en evidencia la imposibilidad de ceder un paquete minoritario, pero elevado, que no otorgaba sin embargo el poder al grupo ruso. Y menos aún con la fuerte prima que reclamaba Sacyr (la cotización se derrumbó con el crac de octubre) para vender, al menos, al mismo precio que había comprado en plena burbuja bursátil y saldar su deuda bancaria. La opción de una venta conjunta de su participación con la de La Caixa (que no oculta tampoco sus deseos de abandonar el barco) no solucionaba el problema, pues, tratándose de una venta concertada entre los dos socios, ponía al comprador ante el peligro de una opa total al superar el 30% del capital (o rozarlo, si la entidad vendía menos). De hecho, los accionistas minoritarios reclamaron la opa y amenazaron con acudir a los tribunales.

Hay una corriente favorable a un cambio de accionista

Todo ello, añadido al pequeño inconveniente de que el Gobierno, tras algunas dudas, rechazó la entrada en Repsol de un grupo extranjero y menos aún estatal (los únicos que podían asumir semejante compra), hizo que la opción de una venta se diera por muerta.

Sin comprador, sin dividendo y sin mando en plaza, Sacyr ha optado por el asalto al poder aprovechando el desánimo de La Caixa y la debilidad de Brufau, al que viene desestabilizando desde hace meses con su reclamación de un relevo. También se lo ha pedido, por variopintos conductos, al propio Gobierno. Y, aunque lo ha hecho con la excusa de que Repsol "está mal gestionada", a pocos escapa que la intención última es salvar Sacyr "a costa de la petrolera", tal como interpretan fuentes empresariales.

Ni un somero análisis aguantaría las críticas de Del Rivero sobre la gestión de Antonio Brufau en un negocio como el petrolero, cuyos tiempos nada tienen que ver con la construcción. Animado por sus mandos intermedios, Brufau comenzó a corregir hace unos tres años el que fuera uno de los dos puntos débiles de la compañía, el freno de las inversiones en exploración que hizo, tras la venta de reservas, su antecesor, Alfonso Cortina, para subsanar la lacra financiera de la compra de YPF. De esta manera, la compañía podrá compensar con los ingresos por producción la caída de los márgenes que, en ciertos periodos, se producen en el refino, la comercialización o la petroquímica.

El segundo error atribuible a su gestión, la racanería en la retribución al accionista, también se corrigió a partir de entonces. De hecho, Sacyr, que parece soñar con el reparto del 100% del beneficio de la petrolera y, según ha manifestado públicamente, por vender una parte de la misma (opinión que, para ser sinceros, comparten otros accionistas), se niega a reconocer que el pay out de Repsol sigue siendo superior al de muchas competidoras. Y aunque las inversiones en exploración tardan varios años en dar frutos, los 17 descubrimientos anunciados en 2009 impulsaron su cotización un 33%, con el consiguiente beneficio para Sacyr, que se ha librado de tener que aportar avales añadidos por la caída de la acción.

Vista la situación, el relevo en la presidencia de Repsol sólo solventaría el enfrentamiento personal entre Del Rivero y Brufau, con el que La Caixa también quiere acabar. Sin embargo, el resultado será bien distinto si el sustituto es alguien no ligado a la dirección de Sacyr ("el profesional de prestigio", como quiere la entidad catalana) o si lo fuera el propio Del Rivero, cuyas intenciones de desinversión y de repartir masivamente dividendo perjudicarían a la petrolera. Fuentes solventes aseguran que más que el relevo del presidente, hay una corriente favorable a promover y facilitar el de la propia Sacyr. Quizás con la venta del paquete, total o parcial, a fondos de inversión.

La partida, de difícil solución, se libra en un tablero de tres en raya: hay que optar por los intereses de los bancos acreedores, los de Sacyr y los de Repsol. El Gobierno tendría algo que decir.

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