Año nuevo, misma crisis económica
Recién concluido 2009 y a falta de los datos oficiales de final de año, lo cierto es que el balance provisional de la economía española resulta indudablemente negativo. En efecto, un escenario que conjuga al PIB disminuyendo un 3,7%, la tasa de paro rondando el 20% y un déficit público en torno 11% -por citar tres variables- no hace sino corroborar que hemos cerrado el peor ejercicio económico de nuestra historia reciente (por ahora).
Sin embargo, siendo irremediable lo ya acontecido, la relevancia recae en lo que está por acontecer. Ahí, las actuales perspectivas para 2010 ofrecen tanto algunos signos positivos como multitud de otros menos halagüeños. Entre los primeros cabe mencionar que, con diferentes intensidades, los países más importantes han salido ya de la recesión en los últimos meses, toda vez que en el tercer trimestre de 2009, la economía estadounidense ha crecido prácticamente al 3%, la alemana al 0,7%, la francesa al 0,3%, la italiana un 0,5%, y la japonesa un 1,2%. China, obviamente caso aparte, ha crecido a un ritmo trimestral del 9% en el mismo periodo. Sin duda, el impulso que estos datos proporcionan a la economía española es positivo. De hecho, nuestra balanza de pagos ya ha empezado a percibirlo en forma de recuperación de las exportaciones.
También es perceptible en el escenario internacional una cierta normalización financiera, en los mercados, instituciones y entidades, existiendo una sensación generalizada respecto a que casos como el de Lehman Brothers no van a reiterarse.
En el plano nacional, la suavización de las tendencias negativas -aumento del paro, disminución del PIB- ha propiciado una interpretación oficial e interesada según la cual "lo peor ya pasado". No hay tal, mientras persistan las tendencias negativas -con aceleración o desaceleración de su ritmo-, cada nueva situación alcanzada será peor que la anterior.
En dicho sentido, la elocuencia de los datos es contundente. Se habrá ralentizado la caída de nuestro PIB, pero si éste en el tercer trimestre ha descendido un 0,3%, querrá decir que hemos producido menos que en el trimestre anterior. Se habrá frenado el aumento del desempleo, pero si su tasa ha seguido creciendo en el tercer cuarto del ejercicio, querrá decir que en septiembre había más parados que en junio. Convengamos, pues, que los datos desmienten que haya pasado lo peor, y preguntémonos por el futuro mediato e inmediato de nuestra economía.
Según la opinión generalizada, a medio plazo la economía española seguirá grosso modo la senda que le marque el rumbo de la internacional. Es decir, nuestra suerte no será sino aquella que sigan los países que lideran el mundo. Es lo natural en el contexto general de la globalización y en el específicamente nuestro de la zona euro.
Pero también es generalmente aceptado que los tiempos y la intensidad con la que abordaremos la salida de la crisis responderán a las decisiones endógenas que España sea capaz de adoptar. En este punto radica nuestra principal debilidad de futuro. No hay que engañarse: todos y cada uno de los defectos que lastraban a nuestra economía en el inicio de la crisis, la siguen lastrando. Veamos, entre otros subsisten los problemas crediticios; permanece impasible (el ademán) el modelo franquista de mercado laboral; persiste un sector público excesivo; perduran los reinos de taifas (autonómicos y locales); continúa la disgregación de nuestro mercado; prosigue la aversión gubernamental a las reformas Y en no pocos casos, ha aumentado el lastre: el gasto público se ha disparado; el déficit se ha vuelto a adueñar del presupuesto; aumentó la morosidad; ha crecido (y a qué niveles) el poder sindical; han avanzado posiciones los partidarios de subir la presión fiscal
Así las cosas, de no mediar cambios que, por mucho que sean necesarios y por muchos reclamados, hoy se adivinan difícilmente previsibles, poco espacio queda para el optimismo respecto al comportamiento de nuestra economía en la salida de la crisis. Saldremos más tarde y más despacio que los demás. No en balde, a pesar y al margen de optimismos oficiales e interesados, el general pronóstico dice que la economía española volverá a suspender el curso (2010) recién inaugurado. Finalizando con las variables con las que empezamos, todo apunta a un descenso del PIB en torno al 1%, a un desempleo superior al 20% y al enquistamiento del déficit público alrededor del 10%.
Ignacio Ruiz-Jarabo. Ex presidente de la SEPI y presidente de Consulting Empresarial