En dos años, todos calvos
Los dos años a los que S&P fía su posible rebaja del rating de España contrastan con la rapidez con la que los mercados devoran, procesan y reaccionan a la información. El propio informe insiste en que el problema de la economía española es de medio o largo plazo, algo que nadie discute, pero paradójicamente el efecto notorio es el inmediato. Al final, a los millones de parados que ha dejado el estallido de la burbuja inmobiliaria -en la que tan cómodamente se apoltronó este país- les da igual si en 2011 el rating es AA+ o AA.
Hay, pues, dos planos muy distintos. En el horizonte largo, S&P no dice nada nuevo. Si acaso, ofrece sus cifras; el PIB crecerá por debajo del 1% hasta 2012, y sólo en el casi surrealista escenario de que en ese año el Estado goce de un superávit del 2% el rating está amenazado. Las otras dos firmas de calificación, Moody's y Fitch, no han tocado la triple A de España, pero sería extraño que no lo hiciesen si se cumple el panorama económico que esboza S&P.
Otra cosa es el corto plazo. La Europa de dos velocidades es el tema del mes en los mercados, que han olido sangre y no van a abandonar la presa. Pero se hace difícil pensar hacia dónde conducirá esta presión. Bruselas y Fráncfort no ven con malos ojos que el mercado haga de poli malo de vez en cuando. A efectos de disciplina fiscal, la tormenta de esta semana pesa algo más que las declaraciones de, pongamos, nuestro compatriota Joaquín Almunia. Ahora bien, tampoco es verosímil que, por ejemplo, no se ayudase a Grecia si tuviese problemas de financiación inmediatos.
Noticias como la de ayer hacen más cara la financiación de la deuda pública. Pero el rating de España es aún elevado, y una rebaja de calificación a dos años vista es el menor de los problemas. Por mucho que el mercado se empeñe en indicar lo contrario.