"Nuestra tarea es lograr que la empresa gane más vendiendo menos"
Se trata de uno de los mayores expertos en cambio climático. Como profesional, asesora a las empresas energéticas para hacer viables sus negocios con un mundo sostenible y a los Gobiernos para crear entornos de regulación que promuevan la sostenibilidad.
Es uno de los economistas que más saben del cambio climático. De nacionalidad canadiense y británica, reside en Madrid desde hace 20 años. Además de trabajar como consultor para The Brattle Group, es investigador del Oxford Institute for Energy y ha sido profesor en la St. Louis University de Madrid. Su figura es una de las más reclamadas en foros medioambientales, como el realizado recientemente por el Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE), donde se analizó el impacto que tendrá la cumbre de Copenhague que se celebra desde hoy hasta el 18 de diciembre.
¿Cómo puede contribuir un economista a paliar los efectos del cambio climático?
Nuestra labor consiste en examinar los costes y los beneficios de los proyectos de inversión o de las acciones regulatorias promovidas por los gobiernos con el objetivo de construir puentes sólidos hacia un mundo más sostenible.
¿El consultor medioambiental puede ser una de las salidas con más futuro de su profesión?
Desde luego. Ahora mismo la gran mayoría de las empresas energéticas ganan dinero vendiendo más energía. ¿Pero cómo se consigue cambiar esos incentivos para que ganen más vendiendo menos? Ese tipo de tarea es la que realiza un economista en labores de consultoría medioambiental, promoviendo cambios regulatorios o incentivando la eficiencia para compensar las menores ventas de energía. Así, puede ayudar a las empresas a desarrollar nuevos y rentables modelos de negocio que facilitan un uso más eficiente de la energía consumida por parte del consumidor final y la reducción de la factura.
¿Cuándo usted estudiaba pensaba que su trayectoria se iba a desviar hacia el medio ambiente?
No. Yo estudiaba economía industrial y los distintos sectores energéticos, en particular la electricidad. Mi idea inicial era profundizar en cómo se organizaban y regulaban estos sectores para promover la competencia y reducir los costes de la energía. Pero, poco a poco, los objetivos políticos medioambientales fueron creciendo en importancia y resultaba necesario encajar los objetivos de la competencia con los de la sostenibilidad.
¿Cómo se convirtió en consultor?
En los años noventa participé en las privatizaciones y en la regulación de los mercados energéticos en Europa. La idea era promover la competencia en estos sectores de forma que fuera el propio mercado el que tomara las decisiones importantes. Con el tiempo, y debido a la creciente importancia de los objetivos políticos medioambientales (y de seguridad de suministro), muchas de estas decisiones pasaron a ser tomadas por los gobiernos, y fueron tendiendo no tanto a minimizar el coste, sino más bien a conseguir una reducción de emisiones de CO2.
¿Hay un número suficiente de profesionales preparados para unificar los criterios de sostenibilidad y rentabilidad?
Hay expertos en todos los países. Aun así, es cierto que las disciplinas están compartimentadas y no todos están trabajando con el objetivo de integrarlos. Existe un problema de intereses; puede ser algo delicado. Considero que el consultor debe ser directo y honesto con los clientes (y los clientes de sus clientes) respecto a lo que viene y buscar una salida que les enseñe a generar un negocio rentable y compatible con la sostenibilidad.
¿En qué posición se encuentran los profesionales españoles respecto a otros países?
Los españoles están entre los mejores en términos de implantación industrial, fabricación y desarrollo de los parques eólicos y solares. En términos de resultados, España está liderando el mundo en esta materia. Otra cosa es el coste, que para mí ha sido mayor de lo necesario para conseguir este liderazgo. En el tema de la eficiencia energética, hay mucho que hacer en España.
¿Cómo conseguirán cambiar la mentalidad de las empresas?
Yo no hablaría tanto de cambiar la mentalidad, sino de cambiar sus incentivos. Por ejemplo, en algunos estados de los EE UU, una empresa puede ganar más dinero reduciendo la demanda de sus clientes en 1000 megavatios, que construyendo una central de 1000 megavatios. Esto se puede hacer a través de la regulación. En Europa, la situación es más complicada por depender menos de la regulación y más de la competencia. El gran desafío en Europa es por tanto encontrar el modelo comercial y regulatorio que genere incentivos compatibles con la rentabilidad de la empresa y la sostenibilidad, dentro de un contexto de la competencia.
El gran reto de los economistas
Para David Robinson existe otro reto al que los economistas deben contribuir. No sólo es necesario convencer a las empresas con pautas de rentabilidad, también resulta vital enseñar al consumidor. "Consumidores inteligentes hay en todos los países, pero lo importante es que los sistemas ayuden", explica. "En Estados Unidos los consumidores son ineficientes, pero en California no, debido a que el sistema regulatorio otorga incentivos adecuados". Depende del tipo de incentivos y de la información que posean los usuarios. "Un país que no tenga precios de la energía que reflejen el coste real de su producción o que no genere los incentivos adecuados al cliente final a reducir su consumo energético cuando es más caro producir la energía, no podrá tener consumo inteligente" señala Robinson.