Copenhague y las iniciativas locales
A medida que se acerca la cumbre de Copenhague, el incumplimiento del protocolo de Kioto se incrementa. Frente al objetivo de reducir antes del fin de 2012 las emisiones de gases de efecto invernadero en un 5% respecto a 1990, las emisiones han experimentado un crecimiento de más del 35 % hasta 2006. Resulta evidente que los ambiciosos objetivos para las economías industrializadas y los precios del carbono no han funcionado y deben ser objeto de revisión si ahora se desea cerrar un acuerdo realista.
La cuestión que se plantea es cómo podrá Copenhague tener éxito allí donde ha fracasado Kioto. Los asistentes deberán admitir que los países presentan diferencias esenciales en cuanto a crecimiento económico y demográfico e intensidad de carbono. Estas diferencias deberán tenerse en cuenta. En lugar de obligar a los países a firmar un conjunto homogéneo de objetivos, las políticas nacionales deberían tener prioridad, y se deberá permitir que cada país realice su propia contribución de forma que favorezca a sus circunstancias locales.
Inversiones asequibles en contadores y redes eléctricas inteligentes contribuirán a transformar los hábitos de consumo mientras surgen lentamente las tecnologías por el lado de la oferta que cambiarán las reglas del juego. Y con el fin de mitigar la volatilidad del precio del carbono, deberán implantarse métodos locales de integración del coste del carbono en generación de energía y producción industrial de elevadas emisiones.
Los vehículos como el carbón no van a desaparecer. Aunque las nuevas tecnologías y los nuevos combustibles van a desempeñar su papel a largo plazo, deberán establecerse objetivos de eficiencia de automóviles. Los acuerdos bilaterales -entre EE UU y China- respaldados por transferencias de tecnología constituyen la mejor vía a corto plazo para ambos temas.
En lo que se refiere a mecanismos globales, Copenhague también presenta ciertas limitaciones. Pero dos enfoques podrían contribuir a su éxito allí donde Kioto ha fracasado. Así, se deberá crear un mecanismo internacional para facilitar soporte de precios a más largo plazo con el fin de reforzar los volátiles mercados de carbono. Por otro lado, una serie de acuerdos sectoriales que abarquen las industrias de cemento, energía, metales y automoción lograrían abordar los problemas de los grandes emisores sin colocar a los países dependientes de exportaciones en una situación de desventaja competitiva.
Las iniciativas locales y bilaterales que tengan en cuentan las diferencias entre las economías industrializadas y las emergentes podrían marcar un gran cambio con respecto a Kioto y convertir a Copenhague en un punto de inflexión en la batalla contra el cambio climático.
Matías Alonso. Socio de Accenture