El Estado se lleva la peor parte en el reparto del PIB durante la crisis
Entre los tres grandes agentes que se reparten la renta generada en España (empresas, trabajadores y Estado), sólo las primeras están cerca de capear la recesión logrando aumentar su participación en la tarta. Los beneficios empezaron a caer hace apenas seis meses, mientras que los impuestos indirectos llevan más de dos años desplomándose.
Las empresas están salido relativamente bien paradas de la recesión. Un análisis del reparto primario de la renta nacional disponible (una medida muy similar al producto interior bruto) denota que, mientras el conjunto de los asalariados mantiene prácticamente inalterada su participación en la tarta y el Estado sufre un desplome histórico, las empresas han ganado tres puntos de cuota respecto a los datos de 2007. Ese año, en cuyo verano empezó a germinar la crisis financiera internacional, el excedente bruto de explotación suponía el 43% de la renta nacional disponible, en tanto que, según los datos recién publicados por el Instituto Nacional de Estadística, en el tercer trimestre de este año alcanzaban el 46%.
Este fenómeno se puede observar igualmente en la evolución de las variaciones interanuales: el beneficio bruto ha seguido creciendo durante los cuatro primeros trimestres de la recesión. Sólo entre abril y junio comenzaron a disminuir en términos reales, y en el último trimestre la caída ha sufrido una agudización, hasta alcanzar el 3,3% interanual. Sin embargo, dado que el PIB todavía retrocedió un 4%, la participación del excedente empresarial en el reparto primario de las rentas volvió a crecer, si bien ya de una forma marginal.
El otro gran bloque en lo que toca al reparto de la renta generada, el de la remuneración de los asalariados, mantiene su participación sobre el conjunto en el 49,1%, mejorando incluso en cuatro décimas la vigente hace dos años. Ello es compatible con una sucesión de descensos acelerados a lo largo de este año, hasta registrar una caída del 3,4%. Esta evolución negativa se debe, fundamentalmente, a la pérdida de casi 1,4 millones de puestos de trabajo en el último año (un 7,1% en tasa interanual), aunque los ingresos salariales de los que todavía tienen empleo aún avancen un 3,9% respecto a doce meses atrás.
El hecho de que -pese a la lacerante pérdida de empleo- la participación de las rentas salariales sobre la renta disponible haya aumentado respecto al inicio de la crisis financiera se debe a que hay un tercer bloque que sale mucho peor parado en términos de distribución primaria: el Estado.
Desplome de la recaudación
La gran perjudicada en el reparto de rentas, desde este punto de vista, ha sido la Administración. Los impuestos sobre la producción y las importaciones, netos de subvenciones, suponían hace dos años (antes del inicio de la crisis financiera internacional) el 10,9% de la renta nacional bruta, mientras que en el tercer trimestre de este año apenas superaban el 6%. Más aún: en el punto álgido del anterior ciclo alcista, el primer trimestre de 2007, llegó a alcanzar el 14,2%, doblando de largo su participación en la tarta actual.
Detrás de estas cifras se esconde el desplome de la recaudación en impuestos como el IVA, que, según la ejecución presupuestaria, cayó en septiembre un 33,9% respecto a un año atrás. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria y el parón del consumo están costando caros a las arcas públicas, alimentando un déficit presupuestario que galopa hacia el 10% del PIB.
Los costes laborales crecen pese al descenso de precios
Los datos de la contabilidad nacional del tercer trimestre recogen la primera caída generalizada de precios en España desde que el Instituto Nacional de Estadística inició el registro, hace cerca de medio siglo. Así, el deflactor del PIB se redujo un 0,4%, lo que significa que los precios globales de la economía se suman a la senda desinflacionista del índice de precios de consumo.A pesar de esa caída de los precios de la producción, los costes laborales unitarios continuaron creciendo en el tercer trimestre, aunque la variación interanual se limita ya al 0,4%. La remuneración por asalariado aumentó más, un 3,9%, mientras que la productividad aparente del trabajo aceleró hasta aumentar un inusual 3,4%. Esas evoluciones son consecuentes con el descenso del 4,4% en la remuneración conjunta de los asalariados, derivado de una pérdida de empleo que supera el 7%.Por lo que se refiere a las aportaciones de los distintos agentes económicos a la evolución de los precios, se observa que el excedente de explotación y la remuneración de asalariados contribuyen de forma positiva al crecimiento del deflactor implícito del PIB en un montante similar (tres décimas cada una), en tanto que la contribución de los impuestos netos sobre la producción y las importaciones es negativa en un punto.