Previsiones para la esperanza
Las empresas españolas andan estos días rindiendo cuentas a los mercados. Es la prueba de los resultados de los nueve primeros meses del ejercicio en curso, del auténtico annus horribilis. El balance, a falta de unas cuantas empresas por ofrecer datos, muestra una caída de beneficios netos que rebasa ligeramente el 30% y que se ve acompañada por retrocesos en partidas como el beneficio operativo o la facturación. No obstante, la sensación generalizada entre los expertos es que esta contracción de resultados ha tocado fondo o está a punto de hacerlo.
¿La razón? El espectacular ajuste de costes que se desprende de un análisis pormenorizado de las cuentas de las empresas y que ha de ser la plataforma de lanzamiento de los beneficios en los próximos meses. Los expertos sostienen que los efectos balsámicos de estas medidas no se han notado en toda su plenitud hasta ahora porque, en paralelo, las empresas han emprendido una agresiva política de ofertas vía reducción de precios para evitar que los ingresos no se desplomen aún más de lo que lo han hecho. Si las imperiosa necesidad de acudir a la rebaja de precios se toma un descanso, el camino del aumento de la rentabilidad volvería a quedar franco, sobre todo si se confirma la inminente salida de la recesión de las grandes economías del entorno de la española. Esta es la base que apuntala que el consenso de los analistas recopilado por FactSet prevea que los beneficios agregados de las empresas del Ibex en 2010 crezcan un 5,4%, cuando para el ejercicio actual arrojan un descenso del 21,2%. Pero es más. Esa misma fuente calcula que los resultados continuarán su tendencia al alza en 2011, hasta alcanzar una revalorización del 16,5%.
Una inyección de optimismo es una de las medicinas indicadas para superar las crisis económicas. Una mejora de los beneficios de esa categoría lo es sobradamente. Sin embargo, sería un craso error olvidar los nubarrones que acechan en el horizonte de la economía española. De todos ellos, el más preocupante es la evolución del sistema financiero. Los máximos responsables de los bancos y las cajas no se cansan de repetir que 2010 va ser su peor año, debido, básicamente, al estrechamiento de márgenes y al aumento de la morosidad derivado del incremento del paro y de los efectos de una crisis ya excesivamente larga.
Y un sistema financiero tocado, renqueante, nervioso y reservón es sinónimo de parálisis. Es dejar al automóvil sin gasolina. De ahí que sea urgente abordar con celeridad, decisión y precisión la reestructuración del mapa financiero español, muy especialmente el de las cajas. Y debe ser el Banco de España, con el máximo respeto y la necesaria colaboración de las comunidades autónomas, el que coja con mano firme las riendas de la reforma.