Los dilemas humanos del nuevo líder
José Medina propone la gestión positiva del directivo ante nuevas funciones, y lo hace a través de 12 medidas, como reconocer las motivaciones, mantener el aplomo o ser coherente en las respuestas.
En un artículo anterior resumíamos cinco importantes dilemas del directivo recientemente ascendido a un puesto de liderazgo (1. Ser "el mismo de antes" o "ser otro"; 2. Ser respetado y querido al mismo tiempo; 3. Saber competir, ganar y perder; 4. Miedo al fracaso, y 5. Miedo al éxito). Estos dilemas y conflictos siempre existen dentro del individuo en estas tesituras, y es engañoso buscar las causas exclusivamente en fuerzas externas. Ellos mismos forman parte del desarrollo emocional de la persona, y tienen sus raíces en los esfuerzos que ésta hace para obtener cierta autonomía y control sobre su ambiente. Para la gestión positiva de estos conflictos, sugerimos las siguientes medidas:
1. Reconocer y aceptar la diversidad de motivaciones propias y ajenas. Para poder controlar nuestras reacciones, emociones y conductas necesitamos comprender nuestras propias motivaciones y las ajenas. Necesitamos entender y admitir -que no significa compartir- los sentimientos socialmente inaceptables, como la rivalidad, antipatía, rebelión, cólera, desprecio, para conocer mejor nuestra reacción ante determinadas situaciones, con el fin de ganar flexibilidad de pensamiento y acción. Es importante lograr integrar pensamiento, sentimiento y acción, para evitar gastos inútiles de energía emocional y pérdidas de rendimiento.
2. Establecer un sentido de identidad propio. Dirigir eficazmente implica conocerse a sí mismo, la propia identidad, saber quién es uno y quién no es: a qué se está dispuesto a jugar y a qué no. Esto capacita para la libertad de pensamiento y de acción, necesarias para ejercer el liderazgo. Hay que integrar positivamente el propio pasado, aceptarse a sí mismo y desarrollar la propia personalidad y criterio. El proceso de convertirse en líder corre paralelo al de evolucionar y convertirse en persona.
3. Mantener coherencia en las respuestas. La forma en que uno se muestra y presenta a los demás está íntimamente ligada al sentimiento de identidad. El no mantener un criterio y línea coherente confunde a colegas y subordinados, que esperan y necesitan saber a qué atenerse respecto al comportamiento de jefe.
4. Ser selectivo en actividades y relaciones. Es aplicar la Ley de Pareto, siendo consciente de que el 20% de sus tareas contribuyen al 80% de su eficacia como líder. Es necesario saber decir "no" sin temor a perder la estima de los demás. Ello implica saber mantener la propia autoestima sin temor a perder el "cariño" y reconocimiento de los demás.
5. Mantener aplomo y serenidad ante conflictos y confrontaciones: no descomponerse ni perder los papeles. Una de las facetas más interesantes a descubrir en un directivo es tratar de identificar qué situaciones le generan ansiedad y cómo es su forma de reaccionar ante ellas.
6. Aprender a comunicar. La resolución positiva de cualquier conflicto, interno o externo, depende en gran parte de la capacidad de comunicar que tenemos las personas. Es muy importante hacer conocer a los demás nuestras propias opiniones, actitudes y reacciones, evitando que éstas emerjan en momentos inoportunos o disfuncionales.
7. Ser muy asertivo y escuchar mucho. Ser asertivo consiste en dejar claro nuestro punto de vista a los demás. Escuchar es autoexplicativo: procura escuchar mucho más que hablar y, cuando hables, no te escuches. Asertividad y alta capacidad de escuchar son las grandes cualidades del gran negociador: fuerte y flexible, manteniendo y sosteniendo su punto de vista y dispuesto a cambiarlo cuando el argumento del otro le convence.
8. Aceptar el error propio y el ajeno: en cuanto al error ajeno, entenderlo, no admitirlo, sino tratar de corregirlo. En cuanto al error propio, asumirlo con responsabilidad y sentirse bien al mismo tiempo. Es quizá la principal fuente de aprendizaje y desarrollo. Probablemente la experiencia más importante en la organización y en la vida consiste en entender las debilidades humanas, a las que ninguno somos ajenos.
9. Actitud abierta, dinámica, creativa y de curiosidad. Es imprescindible para poner en marcha las mejores capacidades propias y de los otros, y obtener lo mejor de ellos. Hay que corregir y reconducir, preguntando algunas veces "por qué" y muchas más "para qué", "cómo lo vas a conseguir" y "con qué objetivo". Para estos menesteres con las personas es necesario dedicar tiempo y ejercitarse en la virtud de la paciencia.
10. Vivir y actuar dentro de un patrón equilibrado entre acción y descanso. El uso eficaz de nuestra energía, necesario para resistir las presiones de toda tarea de liderazgo, exige alternar entre actitudes activas y pasivas, con fines de mantener un buen balance, estable y sereno, de nuestra persona y cometidos. Es como el ciclo de velar y dormir. Velar es actividad, acción, concentración y atención a los problemas. Dormir es relajo, tranquilidad y olvido de las preocupaciones. Hay que alternar el trabajar y mandar bien con el distraerse y dormir bien.
11. Asumir la responsabilidad del propio desarrollo como profesional, como líder y como persona. Hay que entender que, dentro de nuestras posibilidades, podemos influir en el contexto y que los acontecimientos que nos suceden o vivimos no son ajenos a nuestras propias intenciones. Todo lo contrario a un sentimiento de inercia, determinismo o pasividad.
12. Finalmente, asumir que vivimos en un mundo de interdependencia, de influir y ser influidos, frente a una dependencia o una independencia totales.
Presidente de Odgers Berndtson Iberia