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Tribuna
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Creciente volatilidad y deflación

La economía sigue ciclos más o menos regulares, oscila como un péndulo entre fases de fuerte crecimiento y periodos de crecimiento más débil, o incluso de recesión. Durante las últimas décadas, el movimiento de ese péndulo se ha vuelto sensiblemente más inestable. Las crisis se suceden, cada una de ellas resulta ser peor que la anterior, y se señala como culpable al creciente papel que desempeña el apalancamiento financiero. Como consecuencia, el riesgo de escenarios extremos también ha crecido. ¿A qué conducirá todo esto, a la inflación o a la deflación?

Mientras el debate se propaga con furia entre los economistas, los mercados parecen adoptar una postura neutral. Las expectativas a largo plazo de los participantes en el mercado, tal como refleja el mercado de los bonos ligados a la inflación, siguen siendo moderadas: 2% en Estados Unidos; 2,3% en Canadá y Australia; 2,4 en la zona euro, y un 1,1% en Japón. Incluso las expectativas del 6% de Sudáfrica y Brasil siguen muy por debajo de los niveles previos a la crisis.

Un estudio reciente publicado por la Reserva Federal de San Francisco arroja cierta luz sobre el debate, que resulta interesante. Si hoy día el consenso económico prevé una tasa de inflación del 1,9% para EE UU en 2010, claramente en terreno positivo, la medición de la desviación estándar de estas previsiones muestra que el nivel de ansiedad respecto a la inflación varía enormemente en función del horizonte temporal. Los riesgos bajistas relacionados con una drástica subida del desempleo y la infrautilización de la capacidad productiva parecen ser los impulsores de los temores a corto plazo, mientras que la posibilidad de que la creación masiva de efectivo por los bancos centrales conduzca a la inflación se percibe esencialmente como un riesgo a largo plazo.

Estoy de acuerdo con el estudio. Las medidas excepcionales adoptadas para luchar contra la crisis y sus efectos positivos empiezan a ser patentes con un repunte de la actividad económica y la vuelta de la confianza en los mercados financieros. Aunque las decididas actuaciones de los responsables de las políticas económicas han contribuido a evitar una situación de desastre, persiste la preocupación sobre la sostenibilidad de la recuperación una vez que se extingan los efectos de esas actuaciones. Si no se produce una mejora del consumo privado o de los gastos de inversión por parte de las empresas, la recuperación podría resultar ser muy breve.

Sin querer minimizar el riesgo de inflación a largo plazo, las tendencias deflacionarias siguen dominando a corto plazo. A pesar de los esperanzadores signos, los bancos centrales y los gobiernos podrían seguir inclinando el debate hacia el campo de la deflación mediante una valoración incorrecta de la situación y un endurecimiento prematuro de sus políticas monetarias y fiscales. El desafortunado riesgo que se corre es que las medidas que se tomen hoy podrían acabar provocando una fuerte inestabilidad cíclica en el futuro.

Stéphane Monier. Responsable de Renta Fija y Divisas de Lombard Odier

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