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Columna
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Rusia, o los bonos como credo

Rusia se está poniendo seria acerca de volver a los mercados de la deuda. En Moscú tienen en mente emitir hasta 18.000 millones de dólares a principios del año que viene tras una década de abstinencia. Sería el principio de un programa de tres años que podría llegar a abarcar hasta 60.000 millones.

El regreso a la emisión es oportuno. El país está emergiendo poco a poco de una profunda recesión causada por la crisis de crédito, la caída de los precios del crudo y la fuga masiva de capitales tras la guerra de Georgia del año pasado.

No es que todo parezca ahora de color de rosa. El sector bancario ruso está totalmente desquiciado y la economía real da muestras inequívocas de tensión. El PIB se contraerá un 8% este año y se espera que se estanque en 2010. Y el país se las ha ingeniado para combinar la recesión con una inflación del 12%.

Todo esto significa que Rusia tendrá este año su primer déficit fiscal en décadas. Algunos de los ministros más liberales se han mostrado prudentes, pero el primer ministro, Vladimir Putin, temeroso por una eventual caída de su popularidad, se ha levantado contra la misma idea de recortar el gasto público.

Moscú tiene razones para esperar que los inversores extranjeros acudan a su emisión de bonos. El precio del crudo está subiendo: a casi 80 dólares el barril, está por encima del nivel que necesita Rusia para equilibrar sus cuentas externas y su presupuesto. Y con sólo 30.000 millones de dólares, la deuda soberana de Rusia representa tan sólo un 6% de las responsabilidades extranjeras del país.

El giro de Rusia a los mercados internacionales de deuda es una decisión oportunista. El país podría financiar fácilmente su déficit con sus propios recursos. Dos fondos aún tienen 170.000 millones en activos y las reservas extranjeras de 413.000 millones han vuelto a su nivel de enero.

Pero la intención real de la próxima emisión de bonos puede ser allanar el camino a los prestatarios con menos reservas. Un punto de referencia para la deuda soberana podría permitirle a las grandes corporaciones y bancos rusos financiarse en el exterior. Mientras tanto, el Gobierno no debería olvidar que la única manera segura de recuperar la confianza de los inversores extranjeros es ponerse serios con las reformas económicas.

Por Pierre Briançon

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