O más Heathrow o la isla de la fantasía
Puede que Boris Johnson tuviese razón al llamar "error urbanístico" al aeropuerto de Heathrow. La localización del aeropuerto en medio de una zona poblada del oeste de Londres ha complicado mucho su expansión y ha hecho de la construcción de una tercera pista un tema muy controvertido. Pero la alternativa del alcalde de Londres -un aeropuerto construido en una isla artificial en el estuario del Támesis- tampoco parece adecuada.
El plan de Johnson, fruto de un estudio de viabilidad, cumple varios requisitos. La aislada localización prevista le permitiría operar las 24 horas y expandirse casi sin ningún límite. Y también hay precedentes de este modelo: Hong Kong y Tokio han construido aeropuertos en islas ganadas al mar.
Pero también hay problemas. El primero de ellos es el coste. La construcción de aeropuertos suele ser cara, como también suele serlo la infraestructura asociada a ellos. æpermil;sta incluye acceso por ferrocarril y carretera a la remota localización de Kent. El Sunday Times estima que en total podría salir por unos 40.000 millones de libras. El precio, por cierto, no incluye el coste de quitarle el centro del universo de la aviación de Heathrow, que tienen 72.000 empleados. Para que el nuevo aeropuerto sea rentable, Heathrow seguramente tendría que cerrar.
Incluso si Johnson pudiese hacerse con los 40.000 millones de libras -por ejemplo, sacándoselos a inversores del golfo Pérsico-, aún quedaría el problema de los pájaros. El estuario es un punto de parada para 200.000 de ellos y acoge una de las mayores selecciones de hábitats naturales protegidos de Europa. Los ecologistas ya se han posicionado en contra del proyecto, ya que el riesgo para las aves es real. A los planificadores les gusta pensar que la nueva tecnología antiaves y una concienzuda estrategia de colocación pueden reducir los riesgos, pero no está claro que eso pueda llegar a funcionar.
La idea del estuario no es nueva. La última vez que el Gobierno la consideró -en un libro blanco de 2003- se llegó a la conclusión de que los beneficios netos eran menores que los de ampliar las instalaciones del resto de aeropuertos. Eso explica por qué al final se aprobó la construcción de una tercera pista en Heathrow, una propuesta a la que el Partido Conservador, ahora en la oposición pero con papeletas para formar el próximo Gobierno, se opone con contundencia. El debate sigue abierto, pero no hay razón para extenderse en la isla de la fantasía de Johnson.
Fiona Maharg-Bravo