JPMorgan mueve primero
Jamie Dimon no tiene ningún problema en atacar públicamente las políticas del Gobierno que no le gustan. Recuerden cómo el jefe de JPMorgan apodó en abril al programa TARP la letra escarlata y TARP baby. Pero parece tener mayor sintonía con Washington que el resto de sus homólogos, al menos en uno de los grandes temas que asuelan Wall Street: rebajar las compensaciones.
Los masters del universo de JPMorgan no tienen por qué temer. Para finales de septiembre el banco ya había pagado los salarios, se había gastado los beneficios y reservado 13.000 millones de dólares para los bonus del personal de las áreas de banco de inversiones, gestión de patrimonios, tesoro y acciones -es decir, en los negocios en los que operan los rivales de Goldman Sachs y Morgan Stanley-. Una medida que no se debe pasar por alto.
Pero esta compensación representa tan sólo el 38% del total de ingresos del banco en dichas áreas en lo que va de año. Menos, pues, que el 41% que fue a parar a los banqueros de JPMorgan en 2006 y 2007, los dos últimos años de la burbuja. Aunque no sea un cambio drástico, esta medida apunta que se está yendo en la buena dirección.
Esto deja más proporcionalmente para los accionistas de JPMorgan. Dimon ya está tanteando la posibilidad de aumentar el pago del dividendo anual de 20 céntimos de dólar por acción a 75. Además, de esta manera se mete presión en los competidores para que sigan el ejemplo. Los bancos necesitan pagar para retener a su mejor gente.
Mejor que los accionistas de Goldman aplaquen su ira con el funcionamiento del precio de los stocks: aumentó un 120% en la primera mitad del año, tres veces más que en el caso de JPMorgan, que han cotizado a la baja debido a las pérdidas derivadas de los préstamos al consumo.
Antony Currie