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Tribuna
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Subida de impuestos en recesión

En una situación tan crítica como la de la economía española es lógico que nos preguntemos sobre el acierto de los principales componentes del anteproyecto de la Ley de Presupuestos por tratarse del principal instrumento de política económica.

Para muchos la subida de impuestos es un gran desacierto cuando se trata de salir de una recesión. Estaríamos de acuerdo a nivel teórico, pero pensamos que esa teoría podría ser contraproducente si se tiene en cuenta la situación de una economía que después de gastar rápidamente el superávit disponible de años anteriores ha seguido gastando, creando un déficit público y aumentando el endeudamiento en proporciones que podrían suponernos un futuro catastrófico. Para afrontar el desbordamiento del gasto del Presupuesto de 2009 y poder mantener los gastos, que van a requerir las circunstancias coyunturales de 2010, consideramos necesaria la subida de impuestos con tal que se estructuren de la manera más congruente con el objetivo del relanzamiento económico.

Existe también una gran diversidad de opiniones sobre los tipos de impuestos que, según el anteproyecto, han de subirse. La eliminación de los 400 euros con que se iba a desgravar el IRPF de ciertos grupos sociales parece que es la decisión menos conflictiva. El presidente del Gobierno lo ha justificado porque se trataba de una ayuda a rentas modestas y en gran parte endeudadas en momentos en que subían los precios de los bienes de consumo y el euríbor, sin recordar que estábamos en vísperas de elecciones, como dijo Solbes cuando todavía era ministro. No deja de ser curioso que esta medida que entonces se criticó duramente ahora se trate de defender cuando apenas ha tenido resultados coyunturales conteniendo la caída de la demanda.

Mucho más problemática es la subida de la tarifa de los dos tramos superiores del IVA en contra de lo prometido por el Gobierno. La decisión de que las subidas previstas no tendrán efecto hasta el 1 de julio de 2010 podría evitar sus contraproducentes consecuencias coyunturales si, como afirmó la ministra de Economía, para entonces ya se habrá recuperado la deprimida demanda. Podría ocurrir, además, que se adelantaran algunas compras para eludir la subida. También se podrían compensar en parte los efectos negativos de estas subidas por las tasas negativas que está teniendo el IPC en estos meses. En mi opinión, menos fuerza tiene el argumento de que nuestro IVA es inferior al de la mayoría de los países de nuestro entorno, porque también es inferior la media de los ingresos, que es lo que influye en las decisiones del gasto en los hogares.

La mayor decepción se ha originado por las modestas subidas de los impuestos que han de pagar las rentas más altas, contradiciendo lo que se había venido pregonando por el presidente del Gobierno y sus ministros. No excluiría, sin embargo, que se trate de una estrategia para dejar margen a la negociación con los partidos que con sus votos han de hacer posible la aprobación de los Presupuestos. Para los que tengan unos ingresos superiores a los 6.000 euros por el rendimiento de las inversiones de capital se eleva la tasa actual del 18% al 21%, un punto más de lo que tendrán que pagar los que no lleguen a ese tope, que son más del 94% de los contribuyentes. La aportación de los más ricos quedaría reducida, según las previsiones, a 800 millones de euros. Naturalmente las miradas de todos se centran en las Sicav (sociedades de inversión en capital variable), que es donde se encuentran las grandes fortunas, porque sólo pagan un 1% de impuesto de sociedades, y sólo pagarían con el IRPF si dispusieran de sus beneficios. El riesgo de aumentar la presión fiscal de las más de 3.300 Sicav que hay en nuestro país es que ese capital huyera al extranjero y, aunque la ministra ha insistido en que no hay que tocar estas sociedades, no creo aventurado suponer que será uno de los temas de negociación con los partidos que han de hacer posible la aprobación del Presupuesto.

Finalmente, frente a tantas subidas se ha aprobado una rebaja del impuesto de sociedades de cinco puntos para determinadas pymes que se comprometan a mantener el empleo. Se hace así un guiño a lo que en mayores proporciones podría ser uno de los instrumentos más adecuados para nuestra economía pero, como hemos dicho, hay otros factores que impiden su aplicación.

Eugenio M. Recio. Profesor honorario de ESADE (IRL)

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