Gran Bretaña tiene mucho que decir
Los arquitectos del nuevo marco para la estabilidad financiera en Europa se enfrentan a un dilema. La presidencia del propuesto Consejo Europeo de Riesgo Sistémico (European Systemic Risk Council-ESRC), responsable de la regulación macroprudencial, debería obviamente ir a parar al BCE, que está a cargo del euro. Pero relegar al Reino Unido, la sede del mayor centro financiero de Europa, sería un sinsentido. Este dilema está siendo inteligentemente dirigido con el probable nombramiento de Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, para desempeñar un papel principal en el ESRC.
Jacques de Larosière reconoció la problemática coexistencia de los países del euro y los que no pertenecen a él dentro de la UE cuando puso las bases para la reforma regulatoria a principios de este año. El antiguo director del FMI parece haber estado alerta del riesgo de que Reino Unido no lanzara todo su peso en pos de los esfuerzos de la UE para concebir mejor la regulación bancaria.
Los países que no pertenecen al euro tienen que participar en el nuevo sistema regulatorio, para hacerlo más eficiente. Su participación ayudará también a mitigar el inherente conflicto de intereses dentro del BCE ahora que el banco central está a cargo tanto de la política monetaria como de la estabilidad financiera.
Los ministros de Finanzas sugirieron la pasada primavera que el vicepresidente del nuevo organismo debería ir a parar al banquero central de un país no perteneciente al euro. Y es fácil ver por qué éste debe ser el responsable del Banco de Inglaterra. El ESRC será demasiado grande, con representantes de todos los bancos centrales de la UE y los reguladores nacionales, hasta de la Comisión Europea. Carecerá de poderes vinculantes y sólo podrá emitir recomendaciones.
Esto significa que la principal fuerza del nuevo organismo será su peso político y su autoridad moral. Además, la arquitectura del nuevo sistema será complementada por la creación de tres autoridades supervisoras transnacionales que inspeccionarán bancos, aseguradoras y valores. Para que el nuevo sistema funcione de forma eficiente y armoniosa necesita tener a bordo, y en una posición de liderazgo, al país que es sede de la industria de los servicios financieros.
Por Pierre Briançon