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EE UU

La batalla de la reforma sanitaria tumba la popularidad de Obama

Las últimas encuestas son claras: la popularidad de Barack Obama se desploma desde máximos. La reforma del sistema sanitario, uno de los problemas más serios de EE UU, pasan una dura factura al presidente.

Barack Obama, presidente de Estados Unidos
Barack Obama, presidente de Estados UnidosReuters

Cuando Obama celebró sus primeros 100 días en el poder el 60% de los estadounidenses confiaba en su criterio. Según The Washington Post-ABC ahora mantienen esa opinión el 49%. Las caídas son similares en otras encuestas y llegan mientras el debate para la crucial reforma del sistema sanitario ha entrado en una espiral de desinformación y demagogia que amenaza con convertirlo en una bomba de relojería política y dejar la iniciativa a medias.

Uno de los problemas es que el acuerdo para la reforma no llega. La dilatación del proceso ayuda a sus detractores, los republicanos, que ven como las dudas sobre el plan calan en una población dispuesta a creer lecturas falaces sobre las propuestas en negociación.

Hay dudas por que se ha generado mucha confusión. No hay una idea clara de cómo será la reforma. Obama ha dictado algunos principios fundamentales (rebaja de costes, cobertura universal -incluidos los 47 millones de personas que ahora no tienen seguro-, neutralidad fiscal) pero ha dejado que el Congreso redacte la ley. Ahora, varios comités trabajan en ello siguiendo la consigna del presidente de que ha de ser un texto aceptable para ambos partidos. Y eso eterniza las negociaciones, frena el avance y, sobre todo, permite intoxicar el debate.

Los republicanos apenas tiene propuestas pero están frontalmente en contra de la piedra angular de la reforma defendida por los demócratas y Obama: la creación de un seguro estatal. Es decir, la llamada "opción de seguro público" voluntario como alternativa a las ofertas del sector privado con ánimo de lucro que ahora controla la sanidad.

En si misma, la idea es un compromiso. Obama dice que EE UU no puede seguir el ejemplo de Europa y Canadá (con sanidad es universal y mucho más barata) con un sistema en el que haya un solo pagador (el Estado) porque no está en el ADN del país. Y de ahí nace este camino intermedio. En abstracto, la mayoría de la población está por la opción pública aunque el apoyo empieza a menguar.

La razón es que desde el movimiento conservador se está transmitiendo que esa solución es un intento del Gobierno por monopolizar y gestionar la sanidad, algo que, a su juicio, terminará por controlar los gastos y racionar los servicios. Se sugiere incluso que se aplicará la eutanasia a los mayores para ahorrar. Los progresistas aseguran que ya existe un racionamiento sanitario y está basado en el dinero pues los seguros buenos son caros.

Varios senadores demócratas dicen que no habrá consenso bipartidista si se mantiene la opción pública y han propuesto un plan B, crear cooperativas sin ánimo de lucro. Obama dice esta abierto a negociar y ha disgustado al ala progresista del partido.

De momento, el presidente empieza unas cortas vacaciones y sus seguidores esperan que vuelva con energías renovadas para liderar el debate y aceptar que el bipartidismo es imposible.

El presidente y su Waterloo

Pese a que en lo que va de verano el presidente se ha movido por todo el país para convencer de la necesidad de la reforma a los ciudadanos, a la vista de las encuestas y de la intoxicación informativa que existe en el debate, está claro que no tiene las riendas de una iniciativa clave para su legislatura. Al Partido Republicano, en minoría en el Congreso, esta situación les beneficia y de hecho, el senador de este partido, Jim DeMint, admitió que si son capaces de parar a Obama con esto "convertiremos la reforma en su Waterloo. Le romperá" (en referencia al fin de Napoleón Bonaparte). Para la oposición sería un escenario muy positivo en un país que cada dos años renueva la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.Obama, cuyas políticas se califican de "socialistas" en tono despectivo, ha empezado a reaccionar a esta estrategia en los últimos días porque sabe que no puede fallar en la reforma y debe convencer a los independientes que le dieron la Casa Blanca en noviembre.John Zogby presidente de la consultora Zogby International cree que el presidente "está obligado ahora a jugar a la defensiva cuando él es mejor cuando está en posesión del balón".

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