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Tribuna
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¿Brotes verdes sin consenso?

Cuando desde diversas instancias políticas y sociales se ha reclamado la puesta en marcha de un pacto que, en línea con los de la Moncloa de 1977, nos permita hacer frente a la compleja coyuntura económica, las voces discordantes no se han hecho esperar. "Ahora las circunstancias son otras", "aquello era necesario para salvar la democracia". Ciertamente el escenario es distinto y, por tanto, tampoco las soluciones pueden ser las mismas pero, aún así, la crítica situación que estamos atravesando hace del todo deseable impulsar unos pactos de estado, que no de la Moncloa, para salir de la crisis.

Ahora bien, ¿por qué los pactos se vislumbran ahora más necesarios que nunca? Pues porque exigen unidad los más de 4 millones de desempleados, los problemas de falta de liquidez, la recesión de nuestro PIB, etcétera y porque tampoco permiten fisuras el déficit fiscal que vamos a acumular, varios meses con un IPC en desinflación o los tremendos niveles de endeudamiento que "sufren" -muchos de ellos en el más estricto sentido de la palabra- las familias españolas. Todo ello exige, sin duda, medidas urgentes articuladas en torno a un Plan de Recuperación que nos permita, primero, devolver la confianza a los ciudadanos y luego impulsar una amplia batería de medidas destinadas a recuperar un modelo de crecimiento que -basado en la mejora de nuestra competitividad- sea además sostenible en el tiempo. Un ambicioso proceso de remodelación que no puede abordarse desde la gestión solitaria del Gobierno, ni mediante la concertación social; especialmente teniendo en cuenta las dificultades, sacrificios y, por qué no decirlo, costes políticos que entraña.

Así las cosas, los que, como en mi caso, debemos velar por evitar la pérdida de confianza y desarme moral que están sufriendo muchos empresarios -sea cual sea el sector y la dimensión de sus negocios- no podemos más que clamar por esa unidad de fuerzas que nos permita vislumbrar los primeros rayos de luz y ofrecernos, desde ahora mismo, a colaborar en ese esfuerzo conjunto.

Sin ánimo de ser exhaustivos agrupamos las medidas necesarias, en siete grandes bloques: unidad de mercado, educación, justicia, reforma laboral, futuro energético, innovación y política económica y fiscal.

Y es que mejorar la coordinación de nuestros 17 entes autonómicos de cara a evitar costes improductivos en nuestra actividad económica, impulsar planes de estudio consensuados y perdurables en el tiempo o agilizar el sistema judicial y hacerlo más transparente son, sin duda, asignaturas que no debemos seguir aplazando.

Mención especial merece la necesaria reforma laboral que, obviamente, debe realizarse de forma sensata y jamás -como tanto se ha cuestionado- como un paso hacia el despido libre o barato. La modernización del sistema productivo y las actuales exigencias de competitividad precisan, eso sí, flexibilizar la fuerza de trabajo y poner freno a nuestros elevados niveles de absentismo laboral -los mayores de Europa-. Es hora también de trabajar para impulsar el sector energético del futuro o, al menos, uno con futuro, poniendo freno a la excesiva dependencia exterior de nuestro país y abordando el necesario debate sobre la energía nuclear y/u otras fuentes alternativas.

Finalmente, tampoco debemos demorar la apuesta decidida por la innovación -no sólo en términos de inversión sino, sobre todo, de optimización de lo que ya invertimos en términos de PIB- ni la puesta en marcha de medidas de "choque" en materia de política económica y fiscal.

En este último apartado, como presidente de AECOC, la asociación empresarial que reúne a más de 24.000 empresas de la industria y la distribución, nos preocupa, la falta de liquidez de las pymes y de las familias y su efecto sobre el consumo. ¿Cómo va a seguir consumiendo una sociedad cuyo nivel de endeudamiento familiar representa el 130% del PIB nacional o cuando el desempleo roza el 19% y dobla la media europea?

Sin duda este último apalancamiento, junto con los importantes stocks de activos sobrevalorados que existen en los balances de las entidades financieras, son dos de las mayores trabas para la recuperación económica de nuestro país, un handicap que nos conduce hacia la indeseable situación "L".

Todo ello, y a pesar de los famosos brotes verdes, bien merece que el Gobierno, la oposición, las fuerzas sociales y el tejido empresarial acerquemos posiciones en favor del tan necesario consenso, para que a través de un esfuerzo común, se aliente el consumo, como espoleta de una mayor actividad económica y de empleo.

Juan José Guibelalde. Presidente de AECOC

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