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Columna
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Una tenaz realidad económica

La extensión del crédito se ha restringido, los mercados de valores han subido y los inversores están temiendo la inflación y los altos tipos de interés. La recesión tiene que estar acabada. Pero no pregunte para confirmarlo a los jefes de grandes empresas europeas. El tono general de los informes de resultados del último trimestre no es optimista. No es ni siquiera prudentemente optimista. En el mejor de los casos son cautelosos.

Hubo un rayo de menos pesimismo. El fabricante de coches francés Renault aumentó su previsión de ventas de automóviles en el segundo semestre de 2009, aunque todavía piensa que 2010 demostrará poco si no hay una mejora este año. Y mientras la química Basf aseguró que "no se vislumbra un repunte sostenido", fue relativamente optimista sobre China y dijo que el desplome en EE UU parecía "haber tocado fondo".

Pero un menor desánimo no es lo mismo que un aplauso corporativo. Ninguna industria está tan agobiada como las aerolíneas, que lidian con la deuda financiera y operativa, o las petroleras, donde los giros del precio del crudo han dejado desorientados los planes de inversión de las grandes compañías cotizadas. Pero hasta los jefes están preocupados, la profunda recesión no está logrando reflotar.

¿Cómo puede la continua precaución corporativa encajar con la última mejora trimestral en los mercados financieros y el alza del 11% del índice Euronext 100? Bien, los mercados acaban de recuperarse de su pánico inicial; esto puede explicar el 20% de la divergencia entre el mercado y los jefes. Y los mercados están sin duda mirando más allá que los jefes -otro 20%-. Además, la melancolía de los jefes es probablemente un esfuerzo por moderar las expectativas -un 10% más-. Esto deja la mitad del desfase para otro problema: los inversores no están prestando mucha atención a la realidad económica.

Por Edward Hadas.

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