El gobernador, Jericó, el sordo y el Cid
Como es habitual en el discurso de presentación del gobernador y en el propio informe del Banco de España, se ofrecen una descripción clasificadora de las causas y el desarrollo de las dos crisis -real y financiera- que padece la economía mundial, al tiempo que se incluyen explicaciones de los fallos cometidos por las autoridades, explicaciones que podrían interpretarse como confesiones de los errores y complacencias culpables de los poderes públicos. Acaso podría decirse aquello de a buenas horas... pero ahí están. Como también encontramos motivos para la reflexión -por ejemplo el recuadro 1.2 del informe o las consideraciones del gobernador respecto a las "estrategias de salida" página 6 de su discurso y las peculiaridades de la crisis española página 8-. Además, el informe viene acompañado del utilísimo volumen dedicado a las cuentas financieras.
Tan coherente conjunto de análisis y recomendaciones puede parecer cosa del pasado cuando uno escucha o lee las actuales disquisiciones sobre el grado de disminución del ritmo de caída de algunas magnitudes -empleo o confianza de los consumidores- a modo de trompetas capaces de derrumbar las murallas del pesimismo. Quienes opinan que el grueso del ajuste se ha alcanzado, de todo lo que se sienten seguros es de que el descenso del producto este año y el próximo será una décima inferior al pronosticado en la primavera, lo cual no es óbice para reconocer que la tasa de paro aumentará en más de dos puntos en 2010 -llegando al 20,4%- y el déficit público permanecerá clavado en el 9,2% en el bienio 2009-2010. Previsiones como las de Funcas únicamente encierran una noticia agradable, la reducción del déficit por cuenta corriente en 2010.
¿Conclusiones de este panorama? En el informe del Banco de España se compara la actual recesión con las dos anteriores -1974/1975 y 1991/1992- y se destaca que ésta muestra una desaceleración más acusada basada en un comportamiento especialmente raquítico del consumo privado y la inversión residencial. Pero, como asevera el informe, nuestra "salida" será ahora más difícil puesto que la UEM veda el recurso a la devaluación para recuperar la competitividad de los bienes y servicios que exportamos. Esa recuperación únicamente se lograría si pusiéramos en práctica las reformas estructurales que eliminen los estrangulamientos en los mercados laborales y de servicios impidiendo la modernización definitiva de la economía española. Pero como las recientes conversaciones entre el Gobierno y los llamados agentes sociales han puesto de manifiesto, no hay peor sordo que el que no quiere oír... aunque la cuenta de la sordera la paguemos todos, y muy caro.
¿Qué nos deparará el futuro? ¿Cuándo y cómo saldremos de la recesión? Como el lector seguramente sabe, la mayoría de los organismos internacionales prevé que España saldrá de la crisis tarde y mal. El Gobierno, por el contrario, nos augura que en el primer semestre del año próximo nuestra economía mostrará tasas positivas de crecimiento aunque, curándose en salud, asegura que la recuperación tardará en dejarse sentir en el empleo. Debe recordarse que España es uno de los países en los cuales el gasto en medidas de estímulo fiscal de carácter discrecional para el trienio 2008-2010 es, con excepción de EE UU y Japón, más elevado -un 4% del PIB-. Esas medidas están sosteniendo, aun cuando sea temporalmente, el empleo y en menor medida la renta disponible de los hogares, a los que también favorece la moderación de los precios y el paradójico mantenimiento de unas remuneraciones laborales elevadas en la actual coyuntura.
Según el Banco de España -página 24 del informe-, el efecto de las medidas fiscales sobre el crecimiento del PIB puede cifrarse aproximadamente en medio punto. Pero es dudoso que todo ello se materialice en una recomposición sólida del patrimonio del sector privado y que la atonía del comercio internacional apoye la recuperación de nuestras exportaciones. A ello se añade una grave amenaza; a saber, que el Gobierno siga creyendo que las políticas fiscales expansivas no tienen límite o que el coste de financiar una deuda pública del 66% del PIB es, a medio plazo, el mismo que el de una del 36'%. Los mercados no se van a creer que quien cabalga erguido sigue siendo el Cid y no su cadáver.
Raimundo Ortega Fernández. Economista