MAB, ¿éxito o fracaso?
A raíz del agridulce estreno del MAB, con la salida a cotizar y simultánea retirada de la OPV de la empresa Zinkia, seguro que arreciarán las dudas respecto al nuevo mercado bursátil y unos achacarán el relativo fracaso al propio concepto del MAB, otros al momento de mercado y otros a la propia compañía, probablemente en estado demasiado infantil -y perdón por el chiste fácil- para provocar el interés de inversores que pretendía.
Una segunda lectura del tema es que, en lugar de tratarse de un fracaso, se trata más bien de un éxito destacable. Más allá de la favorable evolución del valor en el estreno, el auténtico triunfo es que al final se habrán colocado unas cuantas acciones de una empresa muy pequeña, a una valoración muy alta -al menos juzgando sus números fundamentales; es difícil pensar que el propio capital-riesgo hubiese entrado en una operación así, al menos a ese valor- y en un entorno de mercado que podría definirse como invierno nuclear. Cuántas empresas de tamaño parecido querrían tener acceso a financiación en la cuantía de esta salida a Bolsa y más aún en las condiciones actuales, donde ni los inversores financieros ni la banca están muy por la labor de apoyar empresas en crecimiento. En ese sentido, Pocoyó puede estar contento, porque si no llega vivo a la adolescencia no será porque su padre no haya tenido recursos para ayudarle.
Viéndolo en esta perspectiva, el MAB podía haberse estrenado con más lustre, pero en lo positivo se ha abierto un camino nuevo para la financiación de compañías de una determinada tipología que hasta ahora tenían las alternativas de financiación muy limitadas. Incluso para el capital-riesgo sería una excelente noticia ya que, frente al efecto limitado de sustituirle en algunas operaciones concretas, le reportaría beneficios importantes, tanto como una vía para las desinversiones como para la refinanciación o financiación del crecimiento de compañías participadas.
El éxito de desarrollar un mercado alternativo bursátil nunca ha sido sencillo. Incluso mercados como el AIM (Alternative Investment Market) en un entorno como el del Reino Unido -en uno de los centros neurálgicos del sistema financiero, con el beneficio que ello conlleva respecto a la credibilidad, cercanía de inversores institucionales y asesores- atraviesan sus dificultades de desarrollo y con inversores están expuestos a los traumas de la iliquidez (la volatilidad del chicharro por ponerlo en otros términos).
En el caso español, no por difícil se debería cejar en el empeño: liquidez existe y aunque esté temerosa, acabará por buscar oportunidades de inversión una vez los mercados se normalicen. Entretanto, el reto fundamental estará en establecer para el MAB un marco legal y regulatorio con garantías, informar bien a los potenciales inversores institucionales de forma que vayan desarrollando confianza (y qué mejor para ello que contar con historias de éxito) y canalizar buenas empresas al nuevo mercado, manejando bien los tiempos.
José María Muñoz. Socio fundador de MCH Private Equity