Madoff, el rey de los fallos del sistema
El juez Denny Chin llamó al orden a una de las víctimas que el lunes tuvo la oportunidad de explicar el daño que le había hecho Bernard Madoff antes de que este oyera su condena de 150 años de cárcel. El defraudado ahorrador, como ya lo hicieran otras de las víctimas, cargó contra los reguladores que no vieron ni pararon los pies a Madoff. "Estas entidades no están frente a mi", dijo en un contundente tono procesal Chin para advertir que el caso se ceñía, solo y exclusivamente, al hombre que ocupaba el banquillo de los acusados.
El juicio y la condena de Madoff no ha sentado frente al juez a nadie más que a este afamado inversor de 71 años. Pero en cierta medida, y como en todas las crisis, se ha tirado de la manta y dejado al descubierto el deterioro y los agujeros existentes en ese mundo de la inversión en el que con tanta agilidad se movía quien hoy es reo de por vida. De hecho, habla de una etapa que la empresaria de medios y periodista Arianna Huffington calificó en diciembre -cuando el inversor confesó su multimillonario fraude piramidal-, "la era del quién lo habría podido imaginar".
Una era de desregulación, de poca transparencia, de falta de respuesta y diligencia por parte de los reguladores de los mercados, de complejidad y de un inagotable, y no siempre comprensible, optimismo que impedía ver o prever las consecuencias de muchos de las acciones y decisiones que se tomaban.
También ha sido una era de avaricia. Ayer, Hugh Hendry, director de inversión del hedge fund Eclectica, dijo a la filial europea de la cadena CNBC que uno de los problemas de este caso es que la gente que invirtió con Madoff eran "avariciosos y estaban conformes con aceptar los altos rendimientos que recibían sin sospechar demasiado cómo se conseguían".
Hendry dice tener simpatía con las víctimas, pero les reprocha una "avaricia implícita al no cuestionar nada y aceptar sin más rentabilidades poco naturales." El problema es que el miedo, o el respeto al riesgo, se desvaneció en una época en la que el dinero fluía entre quienes no tenían la suficiente educación financiera para entender qué se hacía con sus ahorros.
Investigación interna
Ahora, la SEC, el regulador de los mercados está en un proceso de investigación interna para determinar por qué nadie prestó atención a las alarmas que sonaban en las inversiones de Madoff. Nadie se preguntó cómo era posible que una pequeña auditora con dos empleados pudiera seguir las complejas y milmillonarias cuentas de este inversor. Y nadie se tomó en serio al perseverante y abrasivo Harry Markopoulos, un hombre al que en su firma de inversión le pidieron que se fijara en Madoff para conseguir sus rendimientos y terminó deduciendo en 1999 que el montaje de este hombre era "el mayor fraude tipo Ponzi (estafa piramidal) del mundo".
Markopoulos acudió regularmente a las oficinas de la SEC durante la última década en una suerte de cruzada contra el fraude, pero se encontró con poco interés por unas conclusiones que él pensó que incluso ponían su integridad física y la de su familia en peligro. Ante una comisión en el Congreso, Markopoulus dijo que estaba convencido de que la indiferencia e ineptitud que se encontró en la SEC "permitió mantener un fraude tan grande como el de Madoff".
La SEC no descubrió a Madoff. Fue la crisis, la necesidad de liquidez lo que desmontó el esquema piramidal. Los inversores demandaron a su gestor restituciones de un dinero que no existía. Apenas un mes después, otro gestor, mucho más pequeño y de menor proyección, Nicholas Cosmo, se encontraba en la misma situación. Cosmo tenía antecedentes penales por fraude y muchos de sus empleados eran ex convictos como él, algo que durante algún tiempo no le impidió volver al mundo de la gestión.
Hoy, los reguladores que tan pasivamente se tomaron su cometido entonces y algunas fiscalías como la de Nueva York están demandando a los fondos de inversión que, desde hace años, redirigían sus fondos a la cartera de Madoff sin cuestionar sus métodos y ganaron con esta operación rendimientos y comisiones.
El fideicomisario del caso, Irving Piccard, que tiene que recuperar el capital que pueda para compensar a las víctimas, también está demandando a los fund feeders que llevaron a sus inversores a los engañosos negocios de Madoff. Entre ellos estaban buena parte de los más grandes y sofisticados bancos y entidades de inversión colectiva del mundo. Ninguno sospechó que Madoff estaba practicando el timo más viejo del mundo financiero. O, si lo hicieron, ninguno dijo nada.
Confiscación de bienes
Uno de los demandados, en este caso por la fiscalía de Nueva York de Andrew Cuomo, es el inversor Ezra Merkin. Cuomo acusa a este inversor de engañar a sus clientes sobre cómo invirtió 2.400 millones de dólares que acabaron en manos de Madoff.
Merkin, ha tenido que llegar a un acuerdo con la fiscalía para vender su colección de arte para restituir con ello a quienes perdieron dinero con él. Los lienzos de Mark Rothko y otras piezas maestras de la colección privada de este inversor y su mujer son ahora propiedad de un comprador que se mantiene en el anonimato y que ha pagado 310 millones de dólares. Una vez descontadas las comisiones, gastos del seguro y otros costes asociados con la transacción se espera que las víctimas puedan repartirse 190 millones de dólares.
Hendry lo tiene claro con respecto a quienes no sabían que el dinero se estaba poniendo en un fondo que debería haber disparado todas las sirenas. "Una vergüenza de consultores". Como consecuencia, otros gestores han visto cómo potenciales clientes les reciben con recelos y la confianza se ha evaporado, todo ello gracias a los agujeros del sistema y la falta de respeto al riesgo. Es lo que ocurre cuando los agujeros con los que cuenta el sistema se convierten en su peor enemigo.