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Crónica de Manhattan

La hora de Bernanke

Pocas veces sonrió Ben Bernanke el jueves durante las 4 horas y 15 minutos que duró su comparecencia ante uno de los comités de la Cámara de Representantes. Es más, el afable profesor, el experto mundial en la Gran Depresión, llegó a estar incómodo y algo irritado.

El presidente de la Reserva Federal fue llamado a testificar ante los legisladores para aclarar si había presionado o no a Bank of America para comprar Merrill Lynch y así evitar una caída de un banco mayor que el de Lehman Brothers.

Bajo una intensa presión y un claro clima de hostilidad, infrecuente ante la autoridad monetaria, tanto republicanos como demócratas, asaetearon a un Bernanke que tuvo como misión defenderse de haber presionado y amenazado a Bank of America si cancelaba la compra de Merrill Lynch. Tras el testimonio, pocos legisladores se quedaron conformes con lo oído. Los republicanos lo ven como un claro defensor del intervencionismo y creen que ha tenido mucha mano en un asunto entre empresas privadas. Los demócratas creen que es muy benevolente con una banca a la que la Fed no deja de ayudar de forma poco transparente.

El testimonio de Bernanke se produce en un momento muy complejo para él y para la institución que preside. Los dos están en un momento de definición que depende no solo de la Casa Blanca sino también de ese Congreso que tan hostil se mostró con él la semana pasada.

Por un lado, su mandato al frente de la Fed expira el 31 de enero. Bernanke fue nombrado por George Bush, pero no es infrecuente que un mismo presidente de la Fed conozca a varios inquilinos en la Casa Blanca y, de hecho, los conservadores creen que desde hace meses ha estado muy cerca de las posiciones del presidente demócrata. Así lo sentenció The Wall Street Journal un mes antes de las elecciones después de que dijera que estaba a favor de un paquete de estímulo fiscal.

Obama ha defendido el papel de Bernanke, alguna vez con más énfasis que otras, y ha repetido que tiene confianza en él. Lo que no ha hecho aún es confirmar que quiera mantenerle al frente de la Fed. Es algo que probablemente tenga que hacer en otoño. Su gran competidor para el puesto es un hombre cercano al presidente, su consultor económico de cabecera, Larry Summers.

Por otro lado, la Fed va a tener que ganarse la confianza del Congreso para que salga adelante el plan de reforma regulatoria que amplía sus poderes y corona a la autoridad monetaria como regulador sistémico. Los conservadores y bastantes demócratas no pueden estar más en contra de este plan, que supone una ampliación más del papel del Estado. Bernanke -en la imagen- ha estado abogando por una mayor autoridad en su papel de regulador, algo que le deja en la misma sintonía que la Casa Blanca, pero las dudas de un lado y otro del pasillo por su papel en el caso de Bank of America y Merrill Lynch pueden jugar en su contra y en contra de la Casa Blanca.

El runrún de Washington no ha dejado indiferentes a economistas, analistas y algún que otro inversor. Warren Buffett, los catedráticos Alan Blinder y Nouriel Roubini, son algunos de los que han hablado recientemente de la alta nota que les merece el académico que está al frente de la Fed. Quizá la idea de que Bernanke esté haciendo un papel más que equilibrado durante esta difícil crisis sea el hecho de que desde la política, el fuego le llega por los dos lados.

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