Demasiado poco, demasiado tarde
Sir Fred Goodwin puede que haya devuelto parte de su controvertido pago por jubilación, pero realmente no ha concedido mucho. El deshonrado antiguo consejero delegado de Royal Bank of Scotland ha acordado recortar su pensión anual de 703.000 a 342.000 libras, después de haber renunciado previamente a una indemnización por cese de 2 millones de libras. Pero ello probablemente no será suficiente para restaurar su maltrecha reputación.
Goodwin no está renunciando a la mitad de su pensión, como las cifras destacadas podrían sugerir en principio. Un tanto alzado de 2,7 millones que recibió en febrero significó que su pago anual se redujera ya a 555.000 libras. Esta concesión significa que el premio total es todavía de casi 12 millones.
Esto es importante porque la protesta pública está relacionada con el hecho de que el premio se doblara de repente de 8 millones de libras a finales de 2007 a 16,6 millones de libras porque había renunciado él en lugar de ser despedido. Por consiguiente conserva todavía algunos de sus beneficios que le permitieron empezar a recibir su pensión completa desde los 50 años.
Goodwin no hizo nada contractualmente incorrecto, incluso aunque su meteórica expansión y su temerario acuerdo con ABN Amro empujaran a su banco a una intervención pública. En cualquier caso, las pensiones no se han ligado al rendimiento.
Pero sólo porque es legal no significa que sea correcto. Para el descrédito duradero de Goodwin, fracasó en situar el honor por encima del dinero.
Al menos el antiguo jefe de RBS realizó, aunque tardíamente, lo necesario para mostrar un gesto. Pero su decisión parece ser táctica más que de arrepentimiento. El presidente de RBS, sir Philip Hampton, ha obstinadamente perseguido este asunto. Negociar un acuerdo para escapar de una nueva repetición de los sangrientos detalles ante un juzgado y la probabilidad de más oprobio público no es exactamente lo mismo que una total y sincera disculpa.
Goodwin podría ahora retirarse con su familia a un exilio tranquilo. Pero su renuncia de parte de la pensión no hará mucho para mejorar su lugar en la historia de la banca.
Por George Hay