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A fondo

El síndrome de Sheffield amenaza a la economía

La crisis se ceba con el empleo masculino mientras respeta el de las mujeres.

Sheffield, la urbe inglesa que George Orwell calificó como "la ciudad más sucia de Europa" mediado el siglo XX, atesora otros tres atributos de diversa naturaleza, pero encadenados: mantiene el club de fútbol más antiguo del mundo, fue el orgullo industrial del Reino Unido durante más de cien años y, cuando dejó de serlo, parió la hilarante, estremecedora y deliciosa cinta Full Monty. Situada en el condado de Yorkshire, a tiro de piedra de Manchester y Liverpool, con más de medio millón de habitantes, Sheffield ha vivido y crecido al calor de la explotación minerosiderúrgica hasta que en los ochenta del pasado siglo, cuando el Reino Unido viró hacia una economía de servicios y Thatcher desnudó a los sindicatos mineros, se apagó abruptamente. El empleo industrial se diluyó, y, como Full Monty relata, las mujeres se echaron al mercado aferradas a ocupaciones de servicios consideradas hasta entonces irrelevantes y secundarias, tomando el protagonismo laboral antes reservado a los hombres.

Algo parecido está pasando en España. El síndrome de Sheffield ha empezado a colarse en un mercado de trabajo que sólo destruye empleo masculino mientras respeta el femenino. La crisis se ha cebado con la construcción residencial y la industria en el último año, mientras que la ocupación en los servicios y en la función pública, con alta concentración de mujeres, ha mantenido el tipo.

La tasa de desempleo femenina recogida por la Encuesta de Población Activa sigue superando a la masculina, pero sólo por un punto (16,86% frente a 18%), y si el mercado mantiene la tendencia de los últimos trimestres, este mismo año podría ser superada. De hecho, una aproximación más analítica al mercado revela que tal circunstancia ya se ha producido: la tasa de desempleo de las personas que son "cabeza de familia o persona de referencia" en su hogar (mayoritariamente hombres) ha superado ya, por unas centésimas, pero por vez primera en la historia en España, a la de las consideradas en su hogar como "cónyuge o pareja" (masivamente mujeres). Pero hay otros indicadores estadísticos que anticipan una progresión mayor del desempleo masculino: ya hay cinco comunidades autónomas (seis si computamos Madrid, que está a punto de entrar en el club) en las que la tasa de desempleo de las mujeres es inferior a la de los varones, por concurrir en ellas de forma más intensa el ajuste del empleo industrial y en la construcción residencial, exclusivamente cosa de hombres. Además, tanto Estadística en su EPA como Trabajo en su registro de demandantes contabiliza ya más hombres parados que mujeres, en ambos cómputos por primera vez en la historia reciente.

Esta es, pues, una crisis masculina, al menos en lo que al empleo se refiere. Que la contracción de la actividad se haya ensañado en la construcción, donde además la naturaleza de los contratos se limita a la temporalidad, ha provocado pérdidas masivas y súbitas de empleo entre los hombres. En el último año, la fuerza de trabajo en los tajos de las obras ha caído un 26%, nada menos que 700.000 trabajadores.

En las manufacturas el recorte no ha sido tan dramático, pero también en el último año han perdido su salario más de 400.000 personas (un 12,5%), mayoritariamente hombres. En los servicios el ajuste ha comenzado más tarde y podría intensificarse en el futuro. Pero, de momento, es en estas actividades donde la resistencia al ajuste del factor trabajo es mayor.

Ocupaciones donde puede ensayarse la contratación a tiempo parcial únicamente han perdido un 1% de sus efectivos, también femeninos en su mayoría. Toda la pérdida de ocupación se ha concentrado, al menos entre los asalariados, en las labores con uso masivo del tiempo completo.

Como en el Sheffield de los ochenta, las féminas no sólo están resistiendo mejor las embestidas de la crisis, sino que están reaccionado con una incorporación más intensa a la búsqueda de trabajo. En 2008 la llegada de mujeres de nacionalidad española al mercado se duplicó, como reacción natural a la pérdida de renta por parte de los hombres: creció nada menos que 1,5 puntos (4,58% si se computan las extranjeras) y fue más intensa entre las mujeres cuyo cónyuge había perdido el empleo, tal y como admite el Banco de España.

En España, los sesgos del mercado podrían ser coyunturales y revertir cuando la crisis concluya. Pero en Sheffield, la transformación fue definitiva en los últimos años del siglo XX y, como un reflejo de la realidad laboral, el varonil Sheffield Wednesday fue a reunirse con el Sheffield United en segunda división y aún no ha vuelto a la Premier.

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