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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Déficit fiscal, impuestos e inflación

El combate contra la recesión severa en que han entrado las grandes economías occidentales ha estimulado las políticas keynesianas hasta el punto de duplicar los déficit fiscales de los Estados en unos pocos años. Un cálculo del FMI pronostica que en 2014 una veintena de países ricos tendrán su deuda pública por encima del 100% de su propio PIB, con unas cantidades absolutas de papel emitido de difícil financiación. Para hacer frente a tal volumen de endeudamiento no bastará con la refinanciación en los mercados primarios, como se ha hecho hasta ahora ante la imposibilidad de subir los impuestos en un momento de crisis grave de la demanda. Pero en los próximos años no quedará otro remedio que subir la presión fiscal sobre todas las rentas y actos económicos si se quiere repartir de forma equitativa la carga de la deuda. De hecho, el debate ya ha comenzado. Reino Unido ha anunciado una subida del marginal máximo del impuesto sobre la renta, y en todos los países europeos, en España también, se ha hablado del asunto.

El debate en España está agitado por los institutos de análisis, que con una visión abiertamente liberal plantean que los esfuerzos se centren en los impuestos de carácter personal, para poder mantener las rebajas en los societarios, y preservar la prima fiscal a la inversión en el momento que más se necesita. Así, Sociedades y cotizaciones sociales serían los impuestos intocables, mientras que los que gravan el consumo, sea Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) o Especiales, tenderían a subir, así como el IRPF. Tras varios años absorbiendo la disputa electoral por ser el único impuesto personal y universal, la imposición sobre las rentas del trabajo podría volver a soportar la carga fiscal.

En parecida situación se encuentra el IVA, que en España ofrece más posibilidades que en el resto de países europeos para la subida. De hecho, más de la mitad de las bases imponibles sometidas a IVA (un 58%), tributan por el tipo reducido o superreducido, mientras que el tipo normal (16%) queda para el 42% de las bases. Además, el propio tipo normal es de los más bajos de Europa, y da un margen adicional de subida en caso de necesidad.

Pero si subir los impuestos es arriesgado, subir uno ligado al consumo lo es más. Un incremento en el IVA tiene un reflejo inmediato en los precios y el índice que los mide, el IPC, aunque este puede ser el único momento en que la tasa de inflación -casi un 1% negativa- está en condiciones de absorber un alza de la presión sobre el consumo. No obstante, Hacienda debe saber que la elasticidad del IVA no es de 1 -subida proporcional en los ingresos a la del gravamen-, puesto que provoca contracción del consumo y la huida hacia la elusión fiscal. Debe explorar todas las vías para financiar el déficit. Pero también sopesar, antes de tomar decisiones, cuáles tienen más rentabilidad agregada sobre la economía en todos sus términos y, sobre todo, sobre el crecimiento económico y el empleo.

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