Magna y sus promesas
Las promesas son sólo vinculantes para los que las escuchan, dijo una vez un cínico político francés. ¿Deberían ser vinculantes las no razonables? Puede que el Gobierno alemán conozca la respuesta en unos años. Bendijo la venta de Opel a Magna, la fabricante de componentes de automoción canadiense, y rechazó la oferta de Fiat por la división europea de GM. Magna se comprometió supuestamente a mantener más empleos en Alemania que su rival. Pero quizá tenga que incumplir su promesa más pronto que tarde.
El plan de Magna está siendo financiado por capital ruso e incluiría el uso de plantas de producción del país más grande del mundo. Gaz, la montadora de coches rusa al borde de la bancarrota, cedería gustosa sus plantas a Magna para producir en casa. La multinacional canadiense dice ahora que su plan incluye también asumir todas las operaciones de GM en Rusia, lo que incluye una fábrica de la marca recién estrenada en San Petersburgo. De salirle bien el plan a Magna, Rusia se convertiría en una de sus principales bases de producción, y encima de low-cost.
Rusia ya era un gran mercado para GM/Opel, mayor que el alemán y sólo por detrás del británico en Europa. Pero el traslado de la producción hacia el Este significa que las factorías de Europa Occidental pararán de producir en algún momento para el mercado ruso, y los coches fabricados en San Petersburgo y Nizhny Novgorod podrían incluso ser vendidos en Occidente. Demasiado para mantener la promesas a británicos y alemanes.
Es difícil imaginar que otros mercados puedan generar una demanda suficiente como para mantener la producción en Alemania. El acuerdo de GM de vender una participación mayoritaria de Opel estaba condicionado en parte a no vender vehículos Opel ni en EE UU ni en China, de manera que GM no tenga que competir en un futuro contra sí misma. Naturalmente, EE UU no es un mercado natural para Opel, pero China lo podría haber sido en algún momento. Así que el trato hace al mercado europeo más crucial aún en la estrategia de Opel.
Puede que Magna haya apostado por sostener que la vigencia de sus acuerdos con el Gobierno alemán acaba en septiembre, la fecha de las elecciones generales alemanas. Pero eso sería ser corto de miras. En algún momento políticos y sindicatos querrán preguntarle a Magna por qué prometió más de lo que podía cumplir.
Por Pierre Briançon