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Tribuna
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A Europa, sin Europa

Las elecciones en España, ya sean Generales, Autonómicas o Municipales, se han instalado en el terreno de la polarización. Un escenario buscado por los dos grandes partidos como factor de movilización y que ha fomentado, qué duda cabe, el fortalecimiento, más aún, del bipartidismo imperfecto en el que se mueve la política española. Fuera de estos escenarios tradicionales de confrontación política, como puede serlo la Unión Europea, de cuyos debates poco o nada sabemos, permaneciendo en una especie de limbo político-informativo, el interés parece diluirse. A pesar de ser la UE la responsable de producir buena parte de la normativa que afectan a nuestro país, lo cierto es que las encuestas al uso, ya sean del CIS o de cualquier organismo o empresa, encuentran una evidente falta de interés por los asuntos comunitarios. Por lo tanto, con una de las sociedades con un menor acervo europeísta de la Unión, parecía difícil que estos comicios quedaran al margen de los modos de campaña que se han hecho habituales.

Esta poca predisposición por los asuntos europeos se ha visto acompañada de un creciente descenso de la participación. Si nos remitimos a elecciones, que no fueron tal, sino un referéndum, puramente europeo, el de la aprobación de la Constitución, en la que el debate estuvo presuntamente capitalizado por asuntos de índole comunitario, derivado del acuerdo de los dos grandes partidos en este tema, se obtuvo una de las más bajas participaciones de la historia de España. Una cifra similar a la de las últimas Europeas, celebradas en el año 2004. Es por ello que parece hacerse necesario, desde el punto de vista de la participación, y ante la incapacidad patente de articular un discurso propiamente europeo, llevar los asuntos comunitarios hacia terrenos más familiares. Sin embargo, con esta excusa, los partidos construyen su discurso europeo como una prolongación del nacional, convirtiéndolo en un medio y no en un fin mismo.

Por mucho que los partidos se esfuercen en proclamar la europeización de su discurso, lo cierto es que el debate sobre la autoría de la crisis o la búsqueda del padre del desempleo, ofrecen pocas dudas respecto a qué es lo que están buscando los dos grandes partidos españoles. Más si cabe, o cómo no podía ser de otra manera, si el medio empleado para la dinamización a través de la polarización es la publicidad negativa. El socorrido "los que nos han metido en esta crisis no nos van a sacar de ella", con la foto de Aznar y Bush, o el chascarrillo "hay que votar al PP para echar a ZP", no hacen sino evidenciar la necesidad que tienen ambos partidos por presentar un modelo contrapuesto, exentos de componentes ideológicos más allá de clichés emocionales y que apelan al voto para que el otro no gobierne. No obstante esta polarización, no es garantía de una mayor participación, pues también es una herramienta que puede emplearse para desmovilizar al electorado. Quizás sea este el caso.

El partido de las Europeas se juega ciertamente en Europa, pero no como un lema de campaña que trata de desvincular al candidato del PSOE del momento actual que protagoniza el Gobierno de su partido. Especialmente con el presidente, que acosado por fuertes críticas ha optado por la clásica estrategia de construir espacios electorales diferenciados para cada tipo de elección en caso de que se arrastre un momento negativo o conflictivo. Algo que ya hizo el PP de José María Aznar en las Autonómicas de 2003 o el propio Felipe González en los últimos años de su mandato.

Pese a todo ello, cabría creer que sí es necesario pensar en España cuando se vota en las Europeas. En necesario plantearse qué modelo de España queremos enviar al Parlamento europeo, puesto que de éste saldrá la defensa de nuestros intereses y la posición que se adoptará en asuntos que nos afectarán. Pero este discurso de la defensa de España en Europa no puede, ni debe, ocultar la necesidad de construir y articular un discurso europeísta dentro de nuestro país, en el que se fije la dirección hacia la que deseamos construir la Unión.

Rubén Sánchez Medero. Profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III

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