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Elecciones al Parlamento Europeo

Un nuevo orden para un mercado interior amenazado

Ningún partido mayoritario cuestiona la apertura comercial, pero a izquierda y derecha surgen tentaciones proteccionistas.

La renovación del Parlamento Europeo coincide con un momento delicado del mercado único que la Unión Europea explota desde 1992. La crisis ha alentado reflejos nacionalistas, como los aparecidos en el rescate del sector financiero o de la compañía automovilística Opel. Pero la verdadera amenaza es menos coyuntural y difícil de despejar. Tras dos décadas de integración de los mercados, están apareciendo diferencias sobre un proceso cuyas consecuencias empresariales, sociales o medioambientales no siempre son bien aceptadas en los 27 países implicados.

El resultado del próximo 7 de junio determinará, en gran parte, si durante el próximo lustro las reticencias se aplacan o ganan fuerza quienes acusan a Bruselas de orientar el mercado interior a favor de las multinacionales e ignorar los intereses de las pequeñas y medianas empresas y de los trabajadores.

La opción más plausible, de momento, parece la primera: un lento retorno al consenso sobre los beneficios derivados del mercado interior. De hecho, ningún partido mayoritario cuestiona una supresión de aranceles y fronteras que, según la CE, ha facilitado la creación (hasta 2006) de 2,75 millones de puestos de trabajo más que si no hubiera existido el mercado interior. "Si algo hemos aprendido en los últimos años", ha señalado recientemente el vicepresidente de la CE, Gunter Verheugen, "es que necesitamos un gran mercado interior para sobrevivir a la competencia mundial".

Pero esa "lección" no excluye un escenario que cuestione los cimientos del mercado interior, desde el control de las ayudas de estado y las normas de competencia hasta la revisión de la libre circulación para luchar contra el supuesto dumping social y fiscal que se achaca a algunos socios comunitarios.

Las reclamaciones en ese sentido llegan de todo el arco parlamentario. Desde la izquierda más próxima a las tesis sindicales hasta la derecha de Nicolas Sarkozy. La alianza de esas fuerzas aparentemente contradictorias ya impidió durante la pasada legislatura la aplicación al sector servicios (a través de la llamada directiva Bolkestein) de los principios de reconocimiento mutuo y libre circulación propios del mercado interior.

El frenazo es especialmente significativo porque el sector servicios supone el 70% del PIB de la UE y el 96% de los puestos de trabajo de nueva creación. Y la próxima Comisión parece condenada a enfrentarse a una Cámara aún más hostil a los procesos de liberalización, tanto por el previsible progreso electoral de la izquierda como por la posible emergencia de formaciones populistas y/o eurofóbicas. Los observadores más pesimistas incluso temen una marcha atrás en la construcción del mercado interior y un atrincheramiento de las capitales para defender a sus empresas y trabajadores.

"El proteccionismo no es la solución y menos, en las circunstancias difíciles que atravesamos", alertó Verheugen. Y la titular de Competencia, Neelie Kroes, ha asegurado que "el mercado interior es la gallina de los huevos de oro de la prosperidad europea". Las elecciones decidirán a quién pertenece esa preciada gallina.

24 sectores pendientes de liberalización

El mercado interior afronta la próxima legislatura con numerosas asignaturas pendientes, pero con serias dificultades para poderlas aprobar. Al menos 24 sectores presentan serios problemas de integración, competencia y fomento de la innovación, según un reciente análisis de la Comisión Europea. Bruselas quiere intensificar en los próximos años la vigilancia sobre esos sectores, en los que figuran desde la automoción a las profesiones liberales, de las telecomunicaciones a la construcción. Pero no parece que el clima político en muchas capitales ni la previsible composición del Parlamento europeo vayan a facilitar esa ofensiva hacia una mayor competitividad y una supresión de las trabas nacionales a la prestación transfronteriza de ciertos servicios o el ejercicio de algunas actividades reguladas.Más bien al contrario. Algunos países, con Francia a la cabeza, reclaman el derecho a ayudar a sus empresas con independencia de las normas del mercado interior. La carrera de subsidios ha sido evidente en el sector financiero, donde la Comisión Europea acabó desarbolada y aceptando a regañadientes los mecanismos de ayudas a ciertos bancos.Bruselas también acaba de encajar una seria derrota judicial en su batalla por liberalizar un mercado tan regulado como el de las farmacias. Y durante la próxima legislatura arreciarán las voces para que se aclaren las implicaciones laborales de un mercado sin fronteras.La Confederación Europea de Sindicatos acaba de pedir un Protocolo de Progreso Social que garantice los derechos de los trabajadores. Su secretario general, John Monks, ha advertido que, de no lograrlo, "que los sindicatos se volverán contra un mercado único que ya tiene dificultades con la actual crisis".

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