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Crónica de Manhattan

Una chica de los "projects"

El presidente Barack Obama, la prensa y en general todo el que comentara esta semana la candidatura de Sonia Sotomayor para ocupar la magistratura del Tribunal Supremo ha reparado en el hecho de que esta descendiente de puertorriqueños fue criada por una madre viuda en los projects del Bronx. Un origen humilde de dudosa reputación para una de las personas que más influencia tendrá en el país. Su madre, Celina Sotomayor, trabajó todo lo que pudo para sacar adelante y dar una buena educación a sus hijos. En su casa había una enciclopedia Britannica, una rareza en el vecindario.

Así es. La imagen pública de los projects del Bronx es muy negativa. Sobre todo entre los que no lo conocen a fondo.

El motivo es la unión de dos palabras: Bronx, un barrio con zonas de elevada pobreza y altos niveles de criminalidad (sobre todo en el sur), y projects, que es la denominación popular de los grandes complejos de viviendas sociales en la ciudad de Nueva York.

Popularmente, y debido a que alojan a muchas personas que viven de los subsidios sociales o están involucradas en actividades ilegales, se perciben como el caldo de cultivo de las bandas callejeras y no la cuna de una magistrada del Supremo. Pero esa imagen de gueto es solo una visión parcial de estos complejos de humildes viviendas ubicuos en los cinco barrios de la ciudad.

De hecho, la historia de la juez Sotomayor, en sí misma extraordinaria, puede hacer cambiar la imagen pública de unas viviendas y una acción social que es necesaria en una ciudad muy dura con los menos afortunados y que se ha aburguesado hasta el punto de complicar la existencia a los hogares que no ingresan más de 100.000 dólares al año.

Las viviendas sociales son cruciales en una ciudad como Nueva York y se empezaron a erigir en plena Gran Depresión. Eleanor Roosevelt, la esposa de Franklin D. Roosevelt, puso junto al entonces alcalde, Fiorello Laguardia, la primera piedra del primer complejo de estas viviendas en diciembre de 1935 y el año siguiente se abrieron las puertas de los primeros pisos en el sureste de Manhattan.

La necesidad de un hogar digno a un alquiler accesible para quienes sufrieron de cerca aquellos duros años se ha mantenido en una ciudad en la que alquilar un piso es prohibitivamente caro para muchos ciudadanos.

Los últimos datos de la inmobiliaria CitiHabitats apuntan a que en plena recesión, el precio medio mensual de un alquiler en Nueva York ronda los 2.443 dólares para un apartamento de una habitación y 3.551 dólares para un piso de dos.

Para vivir en uno de los 178.489 apartamentos de los 388 enclaves de vivienda social de la ciudad, los ingresos de una familia de cuatro personas no pueden superar los 61.450. El alquiler medio es de 394 dólares.

Los últimos datos oficiales, de este mismo mes, señalan que 641.856 personas están protegidas bajo este programa social y que el 47% de ellas son familias trabajadoras que no pueden permitirse otro tipo de vivienda.

Entre estas familias hay muchos universitarios y ciudadanos de clase media-baja que esperan protagonizar, como lo ha hecho Sotomayor, el sueño americano de la movilidad de clase social sin que nadie, ni el presidente ni la prensa se sorprenda de que en la burguesa Nueva York, ellos salieron de los projects. Realmente, el sueño americano vive en los projects.

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