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La opinión del experto
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Políticos, economía y sentido común

Javier Fernández Aguado explica cómo la economía combina aspectos científicos con artísticos y aboga por la necesidad de marcar unos límites éticos para alcanzar cuanto antes el camino de la recuperación.

La economía es una ciencia artística. La ciencia puede ser definida, asumiendo las limitaciones de esta afirmación, como aquel ámbito de conocimiento en el que la verdad es anterior. En química, por ejemplo: ácido + base = sal + agua. Esa afirmación es independiente de la ideología del investigador o del país en el que trabaje.

El arte puede definirse como aquella actividad en la que la verdad va definiéndose y sólo es plena al verse acabada. Un soneto es un soneto cuando todos sus versos han quedado completados y riman del modo previsto. Una estatua de Miguel Ángel es verdaderamente arte si fue concluida. Si quedó a medio hacer, pocos afirmarían que aquello era una obra de arte. Iba camino de serlo, pero…

La economía combina aspectos científicos con artísticos. Algunos mecanismos de la economía son claros, tanto desde el punto de vista micro como macro. Sin embargo, otros muchos elementos tienen características del arte: sólo se tornan verdad cuando el proceso ha sido finalizado. Sucede que, con frecuencia, los políticos ignoran los aspectos científicos de la economía y con improvisaciones que consideran artísticas creen que las soluciones llegarán. Por su parte, algunos economistas, al fijarse sólo en los aspectos científico-cuantitativos, ignoran que también el aspecto artístico tiene un peso consistente. Dicho de otro modo: las crisis económicas, lo mismo que las euforias, tienen mucho de psicológico. Pero no todo.

En el año 301 de nuestra era, durante una de las numerosas crisis del continente europeo, las autoridades políticas del Imperio Romano proclamaron el Edicto de Precios y Salarios. Se lee en el preámbulo de justificación: "Puesto que la avidez es tan insaciable que no tiene ninguna consideración con las necesidades comunes, la avaricia invade todo y un amor a la ganancia … lleva a estas gentes sin honradez a considerar que es más necesario acaparar las fortunas de todos antes que abandonar sus proyectos; y ya que no pueden hacer callar a quienes han reducido a la condición más extremada de pobreza, conviene que nosotros, que hemos advertido estos hechos y que somos los padres del género humano, intervengamos para aplicar nuestra justicia soberana de modo que los hombres reciban remedios y previsiones por el bien de todos, pues no es posible que la situación se resuelva por sí misma".

¿Hay alguien que no vea paralelismos con sucesos contemporáneos? El Estado hace bien en adoptar medidas regulatorias que eviten, como ha sucedido en estos años y sigue acaeciendo, que determinadas prácticas permitan el enriquecimiento desproporcionado de algunos mientras se empobrece a otros. Contradictorio y sangrante resulta que directivos con sueldos injustificables aboguen por abaratar el despido.

Las paradojas no se limitan a este aspecto, tantas veces aireado por los medios de comunicación. Más sorprendente resulta que las personas que llegan a encumbrarse en posiciones políticas se autoconcedan desproporcionadas e injustas prebendas mientras los ciudadanos luchan para salir adelante.

En la búsqueda del equilibrio entre la economía como ciencia y como arte, hay un aspecto esencial que muchos han ignorado en estos años: hemos llegado a este punto a causa de una lamentable moratoria ética en la que parecía que todo lo que era técnicamente posible, debía llevarse a cabo.

Sin límites éticos, el desastre está servido, tanto en economía como en la vida en general. Los recientes sucesos, dimisiones en el Gobierno británico incluidas, han puesto de manifiesto que quienes muchas veces más gritan (políticos y sindicatos) contra otros colectivos (directivos y empresarios) son quienes tendrían más que callar. Bien estaría que se acudiese a expertos económicos para poner remedio a tanta insensatez. A la vez habría que volver a las aulas de la ética, para incorporar elementos de sentido común. La ética es el camino para la felicidad: es un conjunto de reglas de 'sentido común que evitan que personas y organizaciones campen por sus respetos, sin atender al bien común.

Técnica y ética son elementos imprescindibles para retornar a la senda del crecimiento económico. La ética, a diferencia de la técnica, no es aséptica. Un técnico puede ser un gran profesional a la vez que soslaya comportamientos de sentido común. Un político, por el contrario, ha de ser siempre referente para el pueblo. Por eso, las penas deberían ser mayores cuando un político incumple con una normativa ética, que empieza por la exigible preparación técnica para cumplir con sus obligaciones.

De la inutilidad del Edicto de Precios del año 301 habla el incremento que sufrió el mercado negro, la especulación en las provincias o la vuelta al sistema de trueque fuera de las grandes urbes del Imperio. Hoy en día, cuando seguimos en medio de un túnel económico que será largo, aunque no indefinido, sería interesante el regreso al sentido común, que viene siempre marcado por la apuntada mezcla de buena técnica y sentido común. Cuando estos dos elementos se mezclan, el resultado es siempre crecimiento económico y eficiencia social.

Si, como hoy en día proclaman insistentemente algunos, sólo nos centramos en las ventajas sociales y no en el esfuerzo compartido, la recuperación tardará más de lo deseable.

Javier Fernández Aguado. Socio director de MindValue

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