Llamadas de moderado optimismo...
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, puso el domingo la guinda a una semana de optimismo al predecir que la depresión en EE UU está descartada, que la recesión podría terminar a final de año y que la recuperación será en 2010. Reforzaba así al presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, que el lunes sorprendió al apuntar que había elementos que anticipaban la recuperación. Si las palabras del europeo sonaron lejanas, las del estadounidense generaron euforia en los mercados, que sumaron ayer nuevas ganancias.
Uno y otro tienen que contribuir a devolver la confianza de los ciudadanos en que la recuperación no sólo es posible, sino que lo es a un plazo razonablemente cercano. Pero deben hacerlo ajustándose a la realidad de la información que manejan. En este sentido, ambos gozan de credibilidad, pues no han escatimado crudeza cuando la situación la requería. Por eso, su mensaje cobra una transcendencia especial en estos momentos, en que empiezan a vislumbrase señales esperanzadoras respecto al sistema financiero internacional. El martes de esa misma semana, Citigroup abrió la veda de buenas noticias en el sector al anunciar beneficios para los dos primeros meses del año. Posteriormente se sumaron Bank of America y JPMorgan -a aquel lado del Atlántico- y ayer mismo Barclays -a esta orilla-. La posibilidad de que vaya recuperándose el sistema financiero y que regrese la confianza a las entidades es el mejor síntoma de que el optimismo estaría justificado. La paulatina normalización del interbancario permitiría la vuelta de los créditos a medio plazo, algo imprescindible para la salida de la recesión.
No obstante, la situación aconseja ser muy prudentes con estas llamadas. El fin de la crisis internacional está lejano y todavía habrá que esperar muchos datos negativos, especialmente con el desempleo español. De momento, ya sería una gran noticia ratificar que se puede estar tocando fondo. Si algo ha caracterizado esta recesión ha sido su rapidez y si el empeoramiento fue de vértigo, quizá también la recuperación lleve la misma dinámica. Sin embargo, está claro que no todos los países caminarán al mismo ritmo. Numerosos expertos han vaticinado que EE UU será el primero en salir gracias a la flexibilidad de su economía. Detrás irá el resto, y por desgracia, todas las previsiones apuntan a que España se quedará rezagada.
La profunda degradación el sector inmobiliario ha supuesto que el estrangulamiento financiero internacional haya tenido un efecto multiplicador aquí. La economía española tiene males estructurales que la crisis ha dejado al descubierto y que no se solucionan aunque se recuperen el consumo y la inversión. Pero conviene que para cuando se produzcan la anhelada recuperación, España haya hecho sus deberes, es decir, las reformas que multipliquen el crecimiento potencial y devuelvan el desempleo y la actividad a tasas razonables.