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Cinco Sentidos

Una expedición de lujo a los polos

Los viajes de placer al Ártico y a la Antártida diseñados a la medida permiten conocer dos territorios llenos de sorpresas y ajenos a la masificación turística por las dificultades logísticas

Una expedición de lujo a los polos
Una expedición de lujo a los polos

Escuchar una sonata de Bach tocada al piano por un capitán polar, mientras suena de fondo el canto de sirena de los lobos marinos. Pasar quince días con un esquimal conversando sólo con los gestos y la mirada. Dormir en un iglú a cero grados. Todo puede pasar en los polos, casi los únicos lugares del planeta no colonizados por el turismo. Las agencias ofrecen viajes a la medida para quienes quieren pasar un poco de frío.

La temperatura ambiente más baja registrada en el planeta son 89 grados bajo cero, en la Antártida, pero normalmente los viajes se hacen en primavera y en verano, con temperaturas mucho más suaves, especialmente en el Ártico. El explorador José Manuel Naranjo, que organiza viajes para Bru & Bru, cuenta que puede llegar a hacer 15 o 20 grados en el Círculo Polar Ártico. 'En invierno las temperaturas varían de los 10 a los 30 bajo cero, es noche polar, y en otoño el Ártico es desapacible, con muchas tormentas'.

Las condiciones del clima complican la logística. 'Hay que vestir a la gente. Nadie tiene botas para menos de 65 grados', cuenta Francisco Balaguer, director de Nuba Expediciones. Pero no son óbice para poder viajar. 'Una vez fuimos con una chica de un pueblo de Sevilla, que nunca había visto nevar', recuerda Naranjo. Van familias enteras, con niños y con abuelos. Los grupos no suelen ser mayores de 25 personas para ser medianamente manejables, 'y nunca hay riesgo', asegura Belenguer.

Llegar al destino es parte de la aventura. Nuba lleva 15 años viajando a los polos. Balaguer recuerda haber fletado veleros, incluso haber utilizado aviones militares. 'Hoy hay algunas fórmulas más fáciles. Seguimos proponiendo ir en rompehielos muy pequeños, de 4,5 metros de calado, frente a los 12 que tiene uno grande'. A tierra se desembarca en veleros, de 2,5 metros de calado. La 'sensación de cercanía no se parece en nada a ir con un rompehielos', comenta Balaguer, del mismo modo que 'no es lo mismo ver un iceberg de abajo arriba que al revés'.

Que el iceberg se rompa al paso del barco o que ocurra al revés es difícil saberlo sólo mirando el color del hielo, pero los 'capitanes polares', un cargo oficioso que sirve para nombrar a los capitanes expertos en estas partes del mundo, lo saben. Las características de los guías son variadas: exploradores, biólogos, oceanólogos... 'Un guía cada 6 o 10 personas es bastante', apunta Belenguer, 'aunque depende del viaje'.

Naranjo fue por primera vez al Ártico en 1989, con 24 años. 'Fui a hacer montañismo. No nos fue muy bien, no teníamos ni idea, fue difícil encontrar un patrocinador'. Ahora tiene varios récords mundiales relacionados con las zonas polares, y dirige Mundo Ártico, que también organiza viajes turísticos y exploraciones.

Uno de los momentos que recuerda con más cariño ocurrió cuando iban de Canadá en avión hacia el Ártico. 'Por los altavoces dijeron: 'Miren por las ventanillas'. Estábamos yendo hacia una aurora boreal.' En Laponia, la zona europea del Círculo Polar Ártico, 'hay una cada dos o tres días, pero el cielo a veces está cubierto'. Para asegurarse, es mejor ir unos ocho o diez días, lo que puede costar unos 2.000-2.500 euros más el viaje de avión, cuenta Naranjo.

El precio de estos viajes depende mucho del petróleo, pero las dificultades logísticas ha impedido que se abaraten desde que empezaron a hacerse en los años ochenta. Los medios siguen siendo más o menos los mismos. 'En Groenlandia no hay ni carreteras ni caminos. Hay zonas donde un kilo de patatas se llevan en avión', explica Naranjo. Con todo, a Groenlandia viajaron 7.000 personas en el año 2000, por ejemplo. A la península Antártica van 400.000 personas al año en barco.

El alojamiento es complicado en los mares polares, pero en Laponia hay cierta civilización. 'La idea es poder cenarte un reno, pero luego dormir en una cabaña maravillosa con bañera', sugiere Balaguer. Otras opciones son los hoteles transportables Nanoq, o incluso pasar una noche en un iglú, que protege del viento pero que alcanza como máximo los 0 grados centígrados. Una experiencia congelante.

En Google Earth se puede comprobar cómo en la Antártida quedan hay millones de kilómetros sin explorar. Es un desierto de hielo, pero la belleza de la fauna lo compensa. 'La Antártida es un mundo de una vida intensísima, con lobos pingüinos, ballenas. No está ni mucho menos vacío', recalca Balaguer. Su colega de Bru & Bru recuerda una ocasión, en el corazón de Groenlandia. 'De repente oyes un pájaro. ¡Lo sorprendente es que nos haya localizado! Es en esos momentos cuando piensas que algo tiene que haber detrás de todo'.

Los nativos del Polo Norte viven de la pesca, sólo en las zonas más turísticas de Laponia, donde hay incluso parques temáticos dedicados a Papá Noel, hay gente que vive del turismo. Viajan en trineo de perros, la forma más barata, y en motonieve donde está permitido. 'Con los inuit o esquimales no necesitas palabras para comunicarte', cuenta Naranjo. 'Pasé 15 días en un trineo con uno; pensaba que iba a ser un aburrimiento, pero teníamos grandes conversaciones.' Los inuit son los nativos de Canadá, Groenlandia y Siberia, mientras que los sami o lapones son los de Noruega, Suecia, Rusia y Finlandia.

Las cuestiones territoriales, pese a ser zonas tan internacionales, no plantean problemas de visados. Los viajes se organizan a gusto del cliente, siempre con la supervisión de los expertos. Nuba hace la mitad de sus viajes para empresas ('muchos de incentivos') y la otra mitad para individuos. Maravillas como las islas Lofoten o el faro Moholmen esperan a los aventureros que no tienen miedo a pasar un poco de frío.

Exploradores clásicos y modernos

El Polo Sur fue alcanzado por primera vez, que se tenga constancia en 1911, por el noruego Roald Amundsen. Dos años antes se había llegado al Polo Norte. Desde entonces ambas zonas han sido objeto de disputa geoestratégica y de investigación científica, pero todavía hay hombres que van allí sólo por la aventura.Uno de los primeros fue Ernst Shackleton, en 1914. Su idea era cruzar las tierras antárticas a pie, pero su barco, el Endurance, quedó atrapado en el hielo. Shackelton y sus 27 tripulantes sobrevivieron, de lo cual guardó recuerdo fotográfico Frank Hurley. Su obra puede verse en el Jardín Botánico de Madrid hasta el 22 de marzo, gracias a Obra Social de Caixa Catalunya.Una de las más famosas expediciones recientes ha sido la protagonizada por discapacitados físicos y sensoriales, Polo sur sin límites. Con el patrocinio de Obra Social La Caixa, Jesús Noriega (que nació sin una mano), Xavier Valbuena (amputado femoral) y Eric Villallón (con un 5% de visión), alcanzaron el Polo Sur el 20 de enero, acompañados por los guías Ramón Larramendi e Ignacio Oficialdegui. Fueron 12 días de travesía a lo largo de 250 kilómetros de hielo, con temperaturas por debajo de 25 grados negativos.

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