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Tribuna
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El desafío Obama: el factor psicológico

Para los economistas, una crisis es relativamente simple de explicar: tenemos un potencial (la oferta) y tenemos una curva de transacciones reales que refleja la demanda (por ejemplo, el producto interior bruto). Si la diferencia entre ambas curvas aumenta, entonces se produce una crisis.

Lo vemos en la gráfica adjunta, que es una de las curvas que los economistas enseñamos a los que no lo son para impresionarlos.

En general, a la humanidad no le agrada cuando algo que existe no se aprovecha, ya sean aeropuertos, fábricas, grúas, asientos libres en aviones o coches nuevos. Y gusta menos todavía cuando lo no aprovechado no son cosas sino seres humanos.

Visto esto, la solución es relativamente simple. Se pide a una entidad poderosa que reduzca la brecha entre demanda y oferta y todo vuelve a estar bien. Como en nuestra querida tierra económica el más poderoso es el Gobierno, se espera que éste reduzca la brecha. ¿Por qué el nuevo presidente americano, tan poderoso, no hace exactamente esto?

Desafortunadamente, la institución poderosa no puede demandar exactamente lo que se ofrece en la brecha (casas unifamiliares, vacaciones en la playa o modelos de coches no atractivos). Entonces lo único que puede hacer es demandar productos o servicios que generan la capacidad de otros demandantes beneficiados de gastos adicionales del Gobierno en interesarse por aquella oferta no aprovechada. Esto es lo que aconsejan todos los que entienden de la lógica económica a todos los Gobiernos. Inyectar sangre a un cuerpo sin fuerzas para se recupere.

El presidente Obama deja hacer esto, la lógica. A la vez añade algo que todos los que son del lado lógico de la economía no saben aportar: el factor psicológico. La hipótesis básica es que si la economía no tiene sólo un problema de circulación sanguínea sino además de nervios, de falta de alegría, de querer vivir, gastar y mirar hacia el futuro, entonces las medidas lógicas, aunque sean necesarias, no son suficientes. ¡Hay que curar los ánimos! La parte psicológica, la sonrisa de un nuevo presidente, que ha logrado animar al estar presente en 10 bailes en una misma noche -¿quién de nosotros lo ha hecho en sus tiempos más salvajes?-, esta parte consistente en animar a la gente, aportará más que un programa de simples estímulos de demanda.

El presidente Obama es un ejemplo de la actitud de no mirar atrás, analizando si una crisis es la más dura del último siglo o solamente de los últimos 30 años. Gastar tiempo, dinero y mucha tinta en analizar el pasado lo deja a los lógicos de la economía.

El actual mandatario norteamericano pertenece a una parte de la sociedad que no es precisamente la más privilegiada. Simplemente da ejemplo por su presencia: irradia esperanza y parece no sufrir sino lo contrario, por lo que yo debo de ser capaz de resolver mis problemas. Debo buscarme la vida, hacer lo mejor con mis recursos y no esperar a que otros me ayuden.

Claro que hay tremendos problemas por delante. Pero en comparación con las caras de señores mayores preocupados y tristes que estamos acostumbrados a ver en la televisión es más que alentador ver a alguien que trabaja una parte de nosotros que todos los lógicos son incapaces de desarrollar: el ánimo, los nervios, el alma, lo que nos define como personas. Más que todas las cifras de los miles de millones que utilizan los políticos, Obama sugiere explícitamente que se puede y que si queremos, podemos. Deduzco que Estados Unidos será el primer país en salir de esta situación.

Si no fuera por el estado actual alicaído de nuestra ciencia económica -con talento para explicar el pasado pero incapaz de prever- al presidente Obama deberíamos nombrarlo economista de honor pero ya porque podemos.

Kurt E. Querbach. Profesor asociado de EADA (Escuela de Alta Dirección y Administración)

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