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Columna
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Las SGR y la canalización del crédito

La satanización de las instituciones financieras ante el recorte del crédito no se justifica, según el autor, que comprende la necesidad de mayores garantías en este momento. Para salvar la escasez de liquidez, propone potenciar las Sociedades de Garantía Recíproca

Los sistemas financieros desempeñan un papel fundamental en una economía de mercado, asignando, en teoría, los recursos disponibles a aquellos proyectos que presentan mejores binomios de rentabilidad-riesgo. Esta idea tan sencilla parece que a muchos agentes sociales y políticos se les olvida, especialmente en un momento como el que vivimos actualmente. Sorprende en este punto que el principal partido de la oposición, y algunas voces de una pseudo izquierda trasnochada, estigmaticen el papel del sistema financiero pensando que así favorecen a la mayoría de los consumidores y presentándose como los defensores de los débiles frente al fuerte.

En esta búsqueda de máxima rentabilidad al mínimo riesgo, las instituciones financieras deben satisfacer reglas internacionales de cobertura. En este punto, y para tener una segunda vía de recuperación de la inversión crediticia y evitar comportamientos oportunistas, las entidades financieras solicitan garantías adicionales a sus clientes. Esto, en momentos álgidos del ciclo, suele tener un cumplimiento algo más laxo, pero en fases de contracción de la actividad crediticia acrecienta las dificultades de acceso a la financiación, pues el riesgo de insolvencia se eleva. El problema grave surge cuando las garantías exigidas desplazan en el análisis al estudio de los proyectos empresariales, y por ende estrangula la creación de empresas y riqueza. Esta situación se ve acrecentada por las reglas internacionales de solvencia, donde el regulador del sistema financiero considera que los créditos con garantías de peor calidad requieren una mayor asignación de recursos propios y de provisiones por parte de la entidad financiera, lo que ha potenciado el efecto negativo derivado de la exposición al riesgo moral. Por tanto, se llega a una situación perversa que es que quien domina la garantía, domina el crédito.

La consecuencia más plausible, y la situación en el mundo empresarial hoy es un buen reflejo, es que se ha producido un efecto no deseado, es decir se ha quebrado la igualdad de oportunidades de acceder al crédito. Por tanto, desde una óptica pública y privada, surge una pregunta clave, ¿qué se puede hacer para restituir el canal de crédito al sector privado? Es sabido que las inyecciones masivas de liquidez al sistema no garantizan por sí mismas el incremento del crédito. Un ejemplo muy claro es la política monetaria seguida por el Banco de Japón durante los últimos 15 años. Las inyecciones de liquidez masivas y los tipos de interés nominales nulos no han servido para incrementar la actividad crediticia, pues el problema de fondo era la solvencia de los proyectos empresariales demandantes de crédito o la situación patrimonial de las familias. El debate suscitado en España en estos momentos es similar. La política pública de subastas de liquidez o avales para la emisión de deuda, que no inyección de fondos directa en las instituciones, ha desatado una dura crítica, cercana a la satanización de las instituciones financieras, porque el canal de crédito no se ha restituido a las cifras previas al estallido de la crisis actual. Todo esto en un país con un exceso de endeudamiento muy notable que necesita precisamente lo contrario, una reducción del volumen de crédito ante el descenso de la solvencia de empresas y familias.

Por tanto, lo que hay que buscar son mecanismos que permitan a los demandantes de crédito que, teniendo un proyecto viable y con una solvencia razonable, encontrar financiación en el mercado.

El instrumento que podría mitigar el problema son las llamadas Sociedades de Garantía Recíproca. Estas empresas facilitan dichas garantías, bajo el principio de igualdad de oportunidades, satisfaciendo la máxima que sea la viabilidad del proyecto y la capacidad de retornar la deuda, lo que prime en la elección de dichos proyectos. Por otra parte, estas sociedades deberán retribuir dicha garantía, lo cual se compensará por las mejores condiciones de negociación que disponen estos sistemas de garantía reciproca, implicando al empresario en el riesgo de su actividad, incluso con garantías personales.

En conclusión, la actividad del sistema de garantía español debe impulsarse para paliar la coyuntura de crisis, pero también para generar una cultura de equidad en el tratamiento de las garantías, primando la viabilidad del proyecto y no el acceso a dichas garantías. Estas sociedades de garantía comparten parte de sus riesgos y, de esta manera, consiguen dos efectos, por un lado multiplicar el efecto de los recursos propios (gestionados desde las propias pymes representadas mayoritariamente en los consejos de administración de las sociedades de garantía recíproca) y mejorar su solvencia ante en el sistema financiero. Con este sistema en buenas manos, el sector público tiene un instrumento más barato y eficiente para canalizar la liquidez que se está inyectando. Tal vez falten las manos expertas y diligentes que dirijan este instrumento.

Alejandro Inurrieta; Concejal del Ayuntamiento de Madrid

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