Europa teme un proceso de 'desglobalización'
Ni globalización ni alterglobalización ni antiglobalización. El proceso que gana enteros gracias a la actual crisis económica es el de desglobalización. Y si la integración mundial de los mercados generaba agrias discrepancias sobre sus ventajas o inconvenientes, el regreso de feudos nacionales o regionales hace temblar por igual a países industrializados o en vías de desarrollo.
La Comisión Europea alertó ayer contra el riesgo de que esa espiral proteccionista acabe obturando unos flujos comerciales que pierden caudal día tras día. 'El comercio tiene que ser parte de la solución a la crisis', subrayó la comisaria de Comercio, Catherin Asthom. A pesar de ese llamamiento, dirigido especialmente a la nueva administración estadounidense, la tentación del 'sálvese quien pueda' se extiende a medida que los países encadenan trimestres de crecimiento negativo y aumento del desempleo.
Incluso las economías teóricamente más abiertas sucumben a la presión popular a favor de un repliegue económico. Del Buy American (compra estadounidense) que Washington amaga con incluir en su próximo plan de rescate económico, a las huelgas salvajes que sacuden Reino Unido bajo el lema 'puestos de trabajo británicos para los británicos'.
El comisario europeo de Empleo, Vladimir Spidla, recordó ayer a los huelguistas británicos que 'la libre circulación de trabajadores en la UE ha creado millones y millones de puestos de trabajo en buenas condiciones, mientras que las barreras no crean ni un solo puesto de trabajo'.
Pero los frentes se amplían por momentos. Ni siquiera el mercado interior europeo, creado laboriosamente durante los últimos 50 años, se libra de las invitaciones populistas a la autarquía. El ministro francés de Industria, Luc Chatel, intentaba ayer mismo demostrar a la comisaria europea de Competencia, Neelie Kroes, la bondad del plan galo que supedita la concesión de créditos públicos a la adquisición de suministros locales. Y en España, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, ha animado a los consumidores a cargar la cesta de la compra con productos made in Spain.
Kroes advirtió ayer a París que 'cualquier ayuda que requiera invertir en Francia o comprar suministros a un proveedor domiciliado en Francia sería contraria a las normas comunitarias'.
'Son políticas cortas de miras', señaló ayer a CincoDías Nicolas Veron, investigador del instituto de estudios Bruegel. Y 'todo el mundo', añadió, 'sufrirá si se fragmenta de nuevo el sistema económico mundial. El ajuste será especialmente brutal para los países menos ricos.
El riesgo de esa hecatombe existe. Entre las indicios más preocupantes, los analistas apuntan al reflujo del sector financiero hacia sus mercados de origen o la tendencia de algunas industrias, como la automovilística, a pedir ayudas casi patrióticas a sus respectivos Gobiernos.
Los más pesimistas incluso ven sobre la economía mundial la sombra del proceso de desglobalización que desencadenó la Primera Guerra Mundial y que arrastró al planeta hasta la depresión de los años 30. Entonces, recuerdan esos mismos analistas, Washington agravó la situación con leyes que aislaron a la economía estadounidense. La emergencia de China, y los abismales desequilibrios que ha provocado en el comercio mundial, hacen más tentadora una lectura dramática de la actual coyuntura.
Veron cree, no obstante, que 'la globalización no desaparecerá porque todo el mundo es consciente de sus beneficios'. Pero advierte que la actual estructura de las instituciones internacionales no es la adecuada para contrarrestar los vientos proteccionistas en marcha. El investigador de Bruegel cree que desde el FMI hasta los organismos de normas contables deberán reformarse.
Empresarios
La patronal europea, BusinessEurope, también se muestra inquieta y reclama a la UE que redoble la vigilancia, dentro y fuera de sus fronteras, 'para evitar que las medidas proteccionistas minen la importante contribución que unos mercados abiertos pueden hacer a la recuperación económica'. La patronal considera prioritario retomar y concluir la ronda de Doha, llamada a ampliar la liberalización del mercado mundial.
Pero esas negociaciones están estancadas, incluso después de que el G 20 celebrado en Washington a mediados de noviembre de 2008 concediera un plazo de poco más de un mes para su finalización. La retórica de aquella declaración se estrelló contra una realidad agazapada bajo el caparazón nacional. Y harán falta más que buenas palabras, para que, en plena en recesión los ciudadanos acepten volver a asomar la cabeza.