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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aprovechar el lado bueno del IPC

La inflación cierra el año en el 1,5%, un porcentaje desconocido desde hace una década. La brusca caída en los precios del petróleo y el derrumbe del consumo como consecuencia de la profunda crisis que vive la economía española explican el fuerte descenso de los precios, cuya tasa de avance llegó a alcanzar el 5,3% en julio. Es un balón de oxígeno que debe contribuir a combatir la recesión.

Por lo que afecta a las empresas, genera una rebaja de costes muy aprovechable para compensar la fuerte caída de la demanda. Para empezar, es un ahorro directo e inmediato para las compañías que tienen cláusulas de revisión salarial en sus convenios, y que quedan irremediablemente sin efecto. En enero no deberán compensar a los trabajadores por el desfase entre la subida nominal inicial de su retribución y el dato definitivo de inflación del año. De hecho, los salarios registran un avance en los convenios de cerca del 3%, cuando la inflación final es de la mitad. Otra cuestión es la abultada pérdida de poder de compra de las rentas salariales en el ejercicio, dado que la tasa media de inflación, la única que mide realmente el deflactor del consumo, ha sido del 4,1%.

El balance de precios de 2008 debe condicionar, además, la negociación colectiva de 2009: los sindicatos deberían acomodar sus pretensiones salariales a la previsión de inflación -los expertos hablan del 1% de media anual con tasas negativas en algunos meses de verano-, para contribuir al control de costes empresariales y recomponer la competitividad perdida en los últimos años, especialmente desde que la entrada en el euro ha acelerado los costes laborales unitarios, sobre todo si se comparan con los de los competidores europeos más directos.

La crisis económica provocará un ajuste en la capacidad productiva de las empresas españolas, y el mapa de la competitividad no será igual al salir de la recesión que a su entrada. Dado que hay dos fórmulas simples para realizar el ajuste, por precio o por cantidad, no estaría demás un pacto de rentas, precios y márgenes que generase un controlado ajuste de todas las variables para evitar la pérdida masiva de empleo. Dada la evolución del mercado de trabajo en los últimos meses, la sociedad española no tendrá capacidad para encajar un aumento adicional del desempleo muy fuerte, mientras que seguramente si podrá amortiguar un ajuste en sus rentas y su capacidad de consumo e inversión. En definitiva, se trata de que trabajadores y empresarios de toda condición admitan que tienen que reducir sus expectativas de riqueza, para evitar que una parte mantenga los niveles de renta y otra registre descensos vertiginosos.

La inflación en España cede siempre que hay recesión. Pero los agentes económicos tienen que acostumbrarse a convertir tales niveles de inflación en estructurales, como las grandes economías manufactureras de la Unión Europea, en las que los precios también están tocando fondo en 2008, tal como conoceremos hoy de mano de Eurostat. Se abre así un margen adicional para que el BCE reduzca más los tipos de interés y trate de evitar que la recesión se transforme en depresión, y, de paso, despejar todo fantasma de deflación en Europa.

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