¿Logrará Obama cambiar EE UU?
La llegada de Barack Obama a la Casa Blanca mantiene expectantes a los observadores por la esperanza de cambio en la política de Estados Unidos que supone, subraya el autor. Sin embargo, en su opinión, conviene contener la euforia tras analizar las circunstancias del país y de su presidente electo
La elección de Barack Obama como próximo presidente de Estados Unidos ha suscitado una enorme satisfacción en todo el mundo. Por fin, tras ocho años de administración por parte de George Bush, los estadounidenses han elegido una persona que parece interesarse por el resto del planeta y tener un grado de comprensión del papel de su país en el mundo, más bien que por encima del mundo. El tema de su campaña fue el cambio, y resulta claro que Estados Unidos necesita cambiar mucho.
No quiero aguarle la fiesta a nadie. Me alegré al igual que tantos otros con la elección del primer presidente negro de Estados Unidos. Pero creo que importa que todos entendamos algunas cosas sobre dicho país y su presidente electo antes de que nos dejemos arrastrar demasiado lejos por el entusiasmo y acabemos, finalmente, desilusionados por los resultados de la presidencia de Obama.
En primer lugar, es indispensable entender que Estados Unidos no es una democracia parlamentaria. Con toda la atención concentrada en las elecciones presidenciales, nada más fácil que entender mal algunos aspectos básicos del sistema político estadounidense. El más importante de éstos es que el presidente no dicta las leyes, es el Congreso quien lo hace. El presidente tiene poderes para sugerir leyes y en última instancia puede vetar las leyes que desaprueba, pero no puede y no legisla.
En los próximos años el Congreso votará las leyes que Obama podrá, o no, refrendar. Los congresistas lucharán por imponer las políticas que son de interés para sus propios electores. No hay que esperar que piensen en el interés general, y ciertamente no se debe esperar de ellos que reflexionen sobre las relaciones entre Estados Unidos y Europa. Se trata de políticos locales que fueron elegidos para defender intereses locales: puentes, carreteras, museos, subsidios a sus agricultores, etcétera. Podría esperarse que la política de Estados Unidos cambiase al respecto con el nuevo presidente; pero no será así.
La segunda razón por la que no debemos esperar tantos cambios es que Obama será el líder de un país profundamente dividido. Su elección se celebró en medio de lo que parece ser la crisis económica más severa desde los años treinta, y Obama contendía en realidad con el presidente menos popular en la historia moderna del país. Aun así, obtuvo menos del 53% de los votos. El hecho de que su elección no haya sido por mayoría abrumadora dice mucho sobre el país que tendrá que gobernar.
Por último, el presidente electo ha designado a varios conservadores para que ocupen puestos clave en su Administración. Naturalmente que se oyeron muchos elogios a sus decisiones sobre quiénes serán los que ocuparán cargos importantes en el Gabinete y fuera de él. Pero prestemos atención. ¿Quién dirige el coro? Son los conservadores y los republicanos. ¿Por qué? Los conservadores en Estados Unidos se sienten confundidos por los nombramientos de Obama porque no defiende una orientación izquierdista. Sorprendentemente, son quienes perdieron las elecciones los que parecen más satisfechos sobre el modo en el que Obama promete gobernar tras las elecciones.
¿Cómo abordará la Administración de Obama la crisis económica que se ha abatido sobre su país y el mundo? Promete hacer esencialmente lo mismo que la Administración de Bush pero en una dosis mayor: otorgar subsidios de muchos miles de millones de dólares a las corporaciones más grandes del país y aún más miles de millones a los consumidores de la clase media y a los propietarios de casas que han comprado más de lo que pueden pagar.
Un Gobierno que cambie efectivamente Estados Unidos será aquél que trate de poner al país en un nuevo rumbo, no simplemente que lo haga correr más rápido por el sendero que transita desde hace varias décadas. ¿A qué correspondería tal cosa? Una idea radical consistiría en que el Gobierno utilice algunos de los centenares de miles de millones de dólares que tomará en préstamo de las futuras generaciones para invertirlos de modo efectivo en la educación de esas mismas generaciones. Otra idea aún más radical sería que en lugar de otorgar subsidios a General Motors y Ford por haber construido demasiados coches enormes de altísimo consumo, se aplicara un impuesto sobre el petróleo y la gasolina.
Quizá el 20 de enero de 2009 oigamos un discurso en el que el nuevo presidente diga a los estadounidenses que las cosas deben cambiar de veras. Que los estadounidenses tendrán que hacer sacrificios para construir un futuro mejor para su país y para el mundo. Por mi parte, esto es lo que espero que oigamos. ¿Pero llevará Obama a la práctica dichas palabras con políticas que requieran un sacrificio efectivo o que prometan cambios concretos? Por el momento, al menos, parece que cambio no es más que una palabra de seis letras.
Sven Steinmo. Profesor del Instituto Universitario Europeo