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Las lecciones del capitalismo

La crisis económica ha desenterrado rencillas entre keynesianos y liberales. Pero el debate de los economistas va por otro lado. Una nueva política monetaria será la clave del futuro.

Las lecciones del capitalismo
Las lecciones del capitalismoCinco Días

No es la simple existencia del desempleo general un absurdo en cualquier época, la confesión más irrefutable de un fracaso y el anuncio más terminante y desesperanzador de que una economía no funciona?' No fue una pregunta retórica. John Maynard Keynes se la arrojó a la cara a Sir Josiah Stamp, financiero, millonario y gobernador del Banco de Inglaterra, en 1930 durante un debate en la BBC. æpermil;ste, airado, le contestó: 'Su lenguaje caballero es demasiado violento. No creo que usted aspire en unos pocos minutos a corregir un temblor de tierra'.

El mismo Keynes que dedicó la mitad de su vida a explicar cómo solucionar el desempleo está hoy de nuevo en boca de políticos, periodistas y ciudadanos. 'Más Estado y menos mercado', anunciaba no hace mucho el líder socialista José Blanco. Sin embargo, el diagnóstico del G-20 ha sido unánime: mayor compromiso con el libre mercado, mejora de la reglamentación del sector financiero 'evitando un exceso de regulación' y rechazo al proteccionismo.

La depresión económica ha desempolvado viejas rencillas entre keynesianos y liberales. 'Hay que refundar el capitalismo', proclamó solemnemente el presidente de la VI República hace un par de meses. Y The Economist se apresuró a titular un artículo: ¿Es Sarkozy socialista? Después, otros políticos anunciarían la vuelta a la economía productiva 'cómo si el financiero y el real fueran dos mundos distintos', ironiza José Carlos Díez, director de Estudios de Intermoney.

Justo ahora 'lo que hay que hacer es lo que ha fallado', defiende el historiador Gabriel Tortella

Son muchos los economistas que opinan que un temblor de tierra como el que se avecina no puede atajarse con tanta ligereza. '¿Economía productiva? Cuidado con los tornillos. Japón y Alemania tienen economías muy industrializadas y están en recesión', advierte Juan José Toribio, doctor en Economía por la Universidad de Chicago y director del IESE. '¿Keynes o Friedman? Depende. Keynes ofrece una receta concreta para un momento histórico determinado y muchos de los postulados de Friedman son ya casi socialdemócratas: el sistema de permisos de contaminación que las empresas pueden comprar y vender, o el cheque escolar, que curiosamente los suecos han aplicado con éxito', recuerda el historiador Gabriel Tortella.

'El debate no se está orientando adecuadamente. Sea cual sea la política necesaria para garantizar el crecimiento futuro no debe confundirse con la que ha de aplicarse en el momento actual', afirma José Luis Feito, director de la Comisión Económica de CEOE. 'Hoy lo que tenemos que hacer es curiosamente lo que ha fallado, políticas expansivas: bajar los tipos de interés, relajar la regulación, alentar la innovación financiera, facilitar la propensión al riesgo de los agentes económicos y aumentar el gasto público'. ¿Hasta cuándo? Gabriel Tortella opina que a los sumo dos, tres o cuatro años, para no quedar entrampados en el déficit público. 'Después el Estado debe replegarse, aun manteniendo la supervisión, porque siempre tiende a ser demasiado laxo'.

No es fácil aprender del pasado. La Gran Depresión fue el resultado de la adhesión rígida al patrón oro en circunstancias en las cuales ya no era aconsejable. Fueron decisiones políticas y no problemas estructurales las que vararon la economía: las autoridades fiscales y monetarias de los grandes países industrializados mantuvieron políticas contraccionistas en un intento de deflactar sus economías y restaurar el equilibrio internacional. Erraron. También Paul Krugman, el flamante premio Nobel de Economía 2008, recordaba recientemente en un artículo que el mismo economista que salió airoso al predecir la estanflación de los años 70 erró en el caso de Japón. Japón en los noventa brindó una nueva oportunidad para probar las opiniones de Friedman y Keynes respecto a la eficacia de la política monetaria en condiciones de depresión. Y los resultados respaldaron el pesimismo de Keynes. 'Pero ahora es absurdo esgrimir a Keynes como salvador de la patria, porque precisamente ha sido el paradigma keynesiano o, siendo justos, la mala utilización que de él se ha hecho, el que ha provocado este desbarajuste', dice el profesor Toribio. Y recuerda que en 2001 la crisis de las puntocom y el 11S, puso demasiado nerviosos a los gobernantes: 'La mezcla entre políticas expansivas e innovación financiera ha resultado explosiva. Si algo debemos aprender de esta crisis es que los gobiernos no deben ser hiperactivos', apostilla Toribio. La discusión académica discurre hoy por unos derroteros muy distintos de los que parece entretener a los políticos 'y desde luego ningún economista de fuste se pregunta si hay que salvar o no el mercado', ironiza José Luis Feito. 'Hasta ahora la política monetaria estaba dominada por el objetivo de estabilizar el indicador de precios de consumo; esto se está revisando profundamente. Parece cada vez más claro que la variable fundamental debe ser el volumen de crédito', anuncia. Curiosamente este mismo debate ya enfrentó en los años 30 a Keynes y Hayek. Entonces era el profesor de la London School of Economics quien defendía el control del crédito.

El camino de la recuperación no será fácil. 'Las soluciones ya no pueden ser individuales. Pero uno se pregunta: ¿es posible coordinar las actuaciones cuando los gobiernos se guían por intereses y citas electorales diferentes?', dice Juan José Toribio. 'Estamos perdiendo algunas batallas, la droga, el tráfico de armas, el blanqueo de capitales… y todo por no adoptar decisiones conjuntas. A lo mejor lo que hay que refundar no es el capitalismo como tal sino la forma de abordar los problemas económicos'.

Marx pensó siempre que el capitalismo era un gigantesco mecanismo de explotación, y el tiempo se ha encargado de quitarle la razón. El propio Keynes le desmintió en 1925. 'La lucha de clases me encontrará siempre en el bando de la burguesía cultivada', escribió. Por eso, los economistas advierten que no deben banalizarse sus logros: la globalización, la difusión tecnológica, el desarrollo del comercio internacional y la incorporación de millones de pobres al mundo desarrollado. 'Estas son las bondades del capitalismo más reciente. ¿El que viene? Veremos un PIB nuevo y más robusto y un reparto más equitativo de la riqueza', asegura José Carlos Díez, director de Estudios de Intermoney.

Reparto del empleo

En el futuro, habrá que moderar el gasto. 'Creo que erraríamos en el diagnóstico si pensáramos que cerrando el grifo del crédito se soluciona el problema. Se debe realizar una reflexión profunda sobre la necesidad de ajustar el gasto a la capacidad productiva', señala Juan José Toribio.

En el futuro inmediato no habrá empleo para todos si no bajamos los salarios. 'Los sindicatos y los partidos de izquierdas, con todos sus beneficios, han proporcionado una rigidez extrema al mercado de trabajo. Por eso, quienes pagan el pato ahora son los trabajadores temporales', explica el historiador Gabriel Tortella.

Viejos productos, nuevas prácticas

La opinión de los expertos es unánime: la industria financiera engrasa la economía. Si se regulan los mercados hasta la asfixia, se corre el riesgo de estrangularla. En los últimos meses, sin embargo, se ha discutido hasta la saciedad la conveniencia o no de desechar ciertos vehículos financieros, sobre todo los derivados, esos productos que Warren Buffett calificó en cierta ocasión de 'armas de destrucción masiva'.Pablo Anabitarte, director de ventas de España y Portugal de la gestora Fidelity, defiende su valor económico y augura su continuidad: 'Nacieron para dar cobertura y muchos los han utilizado como instrumento especulativo porque tienen un fuerte apalancamiento detrás, pero estas prácticas irregulares no invalidan su fin último. Son tremendamente útiles para mejorar la eficiencia de la gestión de carteras'.En opinión de este experto, lo razonable es que se operen en pantalla como las acciones, para estimular su transparencia. '¿Perderán volumen, dinamismo? Seguramente. Pero de ahí a su extinción va un mundo', concluye. La titulización debería correr una suerte similar. 'Titulizar es una práctica muy saludable, necesaria y legal; titulizar al cubo y bienes de valor dudoso es una temeridad ', afirman con contundencia desde Fidelity. La avaricia llevó en su día a vender titulizaciones hipotecarias como excelentes paquetes conociéndose que algunas de aquellas hipotecas no eran de altísima calidad, pero que se colocaban entre los inversores por el simple hecho de tener un buen rating crediticio. Estas prácticas, sin duda, desaparecerán.'Pero ojo, si eliminamos la titulización, reducimos el efecto multiplicador del dinero, y eso sería muy grave porque reduce la capacidad de crédito de las entidades ', asegura Anabitarte. Los expertos piden que, sin demagogia, las autoridades económicas distingan entre productos y prácticas, como la operativa OTC Over The Counter , en la que se negocia instrumentos financieros directamente entre dos partes y que se realiza fuera del ámbito de los mercados organizados.Otro ejemplo de prácticas mejorables es la venta de vehículos estructurados, que se han colocado sin explicar sus costes inherentes, o los monetarios dinámicos, que se han vendido con una rentabilidad de euríbor más 100, cuando en realidad ésta podía ser euríbor, más cien o menos cien.

China marca la agenda económica

El capitalismo nunca volverá a ser lo que fue porque hace 20 años un país llamado China se asomó al mundo y decidió arropar la economía de mercado. Curiosamente de la mano de Milton Friedman, a quien los dirigentes chinos pidieron reiteradamente consejo. La política hace extraños compañeros de viaje y la China capitalista apenas ha avanzado en la consecución de los derechos humanos. En 1988, cuando Friedman llegó a Shanghai, los jóvenes le seguían como a un profeta. Pero después llegó Tiananmen y tantas otras violaciones de la libertad y la vida. Hu Jintao no ha favorecido la libertad de expresión y ha suprimido sistemáticamente las opiniones disidentes. Pese a todo, China es hoy un país capitalista. No sólo porque cada día da un paso para facilitar la inversión extranjera y fomentar actividades privadas, también porque ha empezado a sufrir la gripe capitalista, el sobrecalentamiento. No es su único problema. El país necesita crecer un 10% anual para crear empleo (casi 40 millones al año), pero el FMI ha anunciado un crecimiento del 9,7% en 2009 y del 8,5% en 2009. Credit Suisse, del 7,2%. Para sustituir el efecto del comercio internacional, el Gobierno acaba de hacer público un plan de impulso de la economía basado en la inversión pública y el aumento de la demanda interna: 586.000 millones de dólares. Pero aún es pronto para evaluarlo. 'China hoy está cerrando fábricas. Y las autoridades están muy preocupadas con los posibles disturbios. El país puede quedar muy tocado si se mantiene la crisis', señala Enrique Fanjul, ex presidente del Comité Hispano Chino. ¿Puede Occidente permitirse que China crezca menos del 10%? Este es uno de los grandes retos del capitalismo que viene.

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