_
_
_
_
Relevo en la Casa Blanca
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La agenda económica del presidente

Muchos son los temas urgentes que aparecen en la agenda económica del próximo presidente de Estados Unidos, pero uno de ellos, como le sucede a cualquier candidato después de unas elecciones, es conseguir que el cumplimiento de sus compromisos electorales no desajuste las cuentas públicas de forma dramática. Algo ya de por sí complicado, pero que en las actuales circunstancias externas e internas se nos antoja casi como la cuadratura del círculo.

Una de las principales cuestiones económicas que ambos candidatos trataban en sus programas es qué hacer con los recortes fiscales aplicados por el presidente Bush en 2001 y en 2003 que tienen fijada su caducidad a finales del año 2010. En su programa, Obama se comprometía a mantener estas rebajas para aquellas familias con ingresos inferiores a los 250.000 dólares. También ha prometido recortes fiscales a distintos grupos de la población, como jubilados, estudiantes, granjeros o propietarios de vivienda con problemas hipotecarios.

Esto se compensaría parcialmente con la eliminación de los recortes fiscales a las familias con ingresos superiores a los 250.000 dólares y con un aumento de los tipos aplicables a las ganancias del capital y a los dividendos. Pero desde el mismo Partido Demócrata ya se han alzado algunas voces cuestionando la idoneidad de incrementar la presión fiscal en la fase recesiva del ciclo económico, y proponen postergar estos aumentos hasta que la economía norteamericana recupere su pauta habitual de crecimiento.

Además hay que tener en cuenta que Obama ha hecho también ambiciosas propuestas en materia de sanidad, una cuestión considerada por muchos el punto más débil del sistema de bienestar norteamericano. En Estados Unidos más de 52 millones de personas no tienen seguro médico, prácticamente un 20% de la población, lo cual deja desprotegidos a aquellos grupos con menos recursos. El programa de Obama se compromete a reducir en 18 millones de personas esta cifra a finales del próximo 2009 para conseguir a medio plazo, a finales de 2018, una reducción de 34 millones.

Por obligación legal todos los menores tendrían seguro médico, siendo el Estado el responsable si sus progenitores no pueden costearlo. El plan se llevaría a cabo mediante subsidios directos del Estado a las personas y familias, para que éstas puedan hacer frente al pago de sus primas con aseguradoras privadas. En la actualidad, el Gobierno se limitaba a ofrecer ventajas fiscales a las empresas que aseguran a sus trabajadores.

La propuesta de Obama, por tanto, se propone incidir de forma más directa en el problema. Pero, pese a tan ambicioso objetivo, Estados Unidos aun quedaría lejos de la cobertura sanitaria universal de tipo europeo: se calcula que estas medidas aún dejarían a 33 millones de adultos sin cobertura sanitaria en 2018.

Resulta evidente que todos estos planes van a suponer una gran presión sobre las cuentas del Estado, aumentando el déficit público y la necesidad de recurso al endeudamiento. No es de extrañar, por tanto, que ante este panorama el futuro presidente quiera reducir los gastos militares en Afganistán e Irak. El problema radica en que tanto él como sus asesores, como en realidad todos los líderes demócratas y republicanos, están de acuerdo en que una retirada inmediata de ambos conflictos no es posible. En consecuencia, las presiones para que otras economías aumenten su aportación económica van a ser importantes. Y estas otras zonas sólo pueden ser los países exportadores de petróleo, precisamente en un momento en que los precios del barril van a la baja, las economías asiáticas emergentes, que ya tiene sus bancos centrales a rebosar de títulos de deuda norteamericana, y, cómo no, la vieja Europa.

Por tanto el nuevo Gobierno de Obama deberá hacer de la necesidad virtud, y apostar verdaderamente por la multilateralidad, en una economía global cuyos problemas ya no se pueden resolver desde un único centro de decisión, pese a que éste sea el más poderoso del mundo y tenga la innegable virtud de autorrenovarse para seguir siéndolo.

Josep Comajuncosa. Profesor del Departamento de Economía de Esade (Universitat Ramon Llull)

Archivado En

_
_